lunes, 26 de noviembre de 2012

A kiss is just a kiss


Hoy no toca una entrada de viajes. O quizás sí; en realidad no hay mejor manera de viajar que a través del cine, y sino que se lo digan a Julia Roberts en Come, reza, ama. La cuestión es que hoy no es un día cualquiera, hoy se cumplen 70 años de Casablanca.

Recuerdo perfectamente la primera vez que la vi. Debía tener quince años a lo sumo, era un viernes cualquiera de invierno, de esos en que la casa se quedaba vacía y sólo mi abuela y yo nos resguardábamos del frio. Ella en su habitación veía los programas que la televisión decidía poner a esas horas y mientras, yo, con manta y pizza, me tumbaba en el sofá con una peli preparada en el DVD. Mi hermana había comprado Casablanca hacía poco y desde hacía unos  meses el cine clásico se había instalado en mi vida como si tal cosa; Audrey Hepburn había irrumpido como un huracán con sus días rojos evaporados en Tiffany’s porque allí nada malo podía ocurrir. Y ahí estaba yo, preparada a ver una de las películas más famosas de todos los tiempos. Ya me sabía el final, como no, pero aún así había un aura demasiado especial alrededor de ese film.
No sé si será el blanco y negro, sus frases míticas o simplemente esos diálogos tan maravillosos de cuando el cine era cine, pero es muy fácil imaginarme en el Rick’s Café tomándome una copa. E Ilsa debió pensar lo mismo que yo porque de todos los bares de todo el mundo mira que entrar en ese… Dicen las malas lenguas que Bogart y Bergman no se llevaban bien pero en la pantalla supieron disimular maravillosamente bien, enamorándose mientras el mundo está en guerra…

Todos se iban enterando poco a poco de hacia dónde iba encaminada la película, se comenta que la pobre Ingrid no dejaba de dar vueltas preguntando a todo el mundo de quién se supone que estaba enamorada. Y quizás sea eso lo que haya hecho que la película ya sea un clásico, que ellos ni si quiera sabían qué tenían que hacer, qué tenían que decir y de quién se tenían que enamorar…

Y ahí está Rick, de nacionalidad borracho, un hombre que no se acuerda de lo que hizo ayer y no hace planes para la noche porque aún queda mucho tiempo. Y en el otro lado está Ilsa, en busca de su marido revolucionario. Y ella viene a quitarle de nuevo el sueño, a convertir el pasado en presente de nuevo.
Es que… ¿quién no ha sido alguna vez un poco Rick? Desaparecido para dejar el pasado atrás, donde debe estar, pero hay veces que decide volver y no sabes qué hacer. ¿Y qué me decís de Ilsa? En ocasiones no sabes si coger el avión o quedarte en tierra, si debes hacer lo correcto o lo que dicta tu corazón; y aunque decides irte porque es lo más fácil y conveniente, no dejas de pensar qué hubiera pasado si te hubieses quedado… Seguramente no hubiera sido el camino adecuado, seguramente todo se hubiera estropeado, seguramente no tendríamos un final tan perfecto como ese. Y no nos olvidemos de Laszlo, el marido de Ilsa, luchando en el exilio sin enterarse muy bien que su amada está rememorando tiempos que, sino mejores, si dejaron buenos recuerdos.

Todos nos hemos sentido alguna vez como alguno de ellos; hemos sentido que un beso es sólo un beso pero, como nuestros protagonistas, siempre hay alguno que es algo más que eso. Y es que en Casablanca si hay algo que nos deja claro es que el principio de una hermosa amistad puede llegar en cualquier momento y de quién menos lo esperas, y si esto no es así, no os aflijáis, porque siempre nos quedará París.






domingo, 4 de noviembre de 2012

De vuelta al autobús: León

Estoy tirada en la cama, un domingo cualquiera de invierno cántabro, frío y lluvia se reparten el protagonismo. Love of Lesbian suena dulcemente mientras doy vueltas y más vueltas en internet, entre facebook y twitter, series que no se cargan y películas que no logro ver. Recuerdo  este blog, abandonado de la mano de Dios porque su creadora es tan sumamente vaga que ya no quiere ni compartir sus experiencias con aquél que pueda llegar, sin quererlo, a leer en algún momento sus palabras. Puede que Italia me haya dejado tocada, trasnochada, ida, y me sea cada vez más complicado escribir cualquier cosa acerca de un viaje. No hay Roma, ni Florencia, ni Venecia, y Callejeros Viajeros se encarga de recordármelo constantemente. Sin embargo, me pongo a pensar y me doy cuenta que es imposible quejarse de España, un país con tantas maravillas por metro cuadrado como nuestro primo el que tiene forma de bota. Y así es como he decidido que ya toca volver a la carga, esta vez con León.

Fue sólo un fin de semana, tan corto como puede imaginarse y más con un bus que llega retrasado. A las doce y cuarto de la noche aparezco por la estación y mi amiga Ángela me espera. Con la bolsa en la mano nos disponemos a ir hasta su piso, el cuál ocuparé sin ningún reparo un par de días. Teníamos intención de salir pero esas casi cuatro horas de trayecto en carretera me han dejado rendida así que lo mejor que se podía hacer era comer una pizza y a dormir, que el día siguiente iba a ser largo.

El sábado nos levantamos a una hora decente, desayunamos, nos abrigamos y a descubrir León. Nada más salir de la casa comprobé que el sol leonés no caliente, el frío de octubre llegaba hasta los huesos con polar incluido.
Lo primero que vi fue un parque, uno de los tantos, en el cual una estatua de San Francisco de Asís daba la bienvenida. 
 Después de hacer un recorrido por dicho parque y sacar alguna que otra foto, continuamos nuestra ronda por León.
Fuimos caminando poco a poco, callejeando, perdiéndonos, dando vueltas sin saber muy bien donde acabaríamos... Y terminamos en una feria de libros antiguos. Dando vueltas encontré alguno que otro interesante pero al final ninguno que me tentase del todo (estaba sumergiéndome entre páginas raídas buscando alguna traducción de mi querida Jane Austen, pero no hubo suerte).



Ahí al lado, Gaudí sentado en un banco frente a uno de sus edificios, dibujando sobre su libreta (a lo que luego volveré) y un plano de la ciudad desde su época romana, pasando por la Medieval y terminando en la actual. Una paloma se posa en busca del agua de lluvia que se había quedado encerrada entre los recovecos de la representación de la urbe. Parecía que vivíamos la destrucción del mismísimo Godzilla en forma de animal alado, pero esto es tan sólo una anécdota.

Después de esto, pusimos paso firme y ligero hasta lo que hoy es el Parador San Marcos, antiguo monasterio que daba cobijo a todos los peregrinos que buscasen un poco de descanso, y en conmemoración de ello, uno de estos peregrinos observa relajado la maravillosa fachada de este lugar de reposo.
Pero antes de esto pasamos por una plaza donde todas las sedes de bancos se aglutinan. ¡Y vaya lugar! ¡No son listos ni nada! Hermosos edificios que podrían haber sido ocupados por cualquier conde o duque años atrás. Y allí, de pronto, un hombre gigante nos saludaba cómodamente con sus grandes manos.






De nuevo nos pusimos en marcha para terminar en la catedral. Como cualquier ciudad de pasado más que visible medieval, todas las calles dan a parar hasta la iglesia, majestuosa, gótica y el mayor reclamo para visitar León. Lo que más pena me dio es haberme marchado sin poderla ver por dentro pero seguramente podré sacar algún que otro momento para pasarme por la ciudad castellana y disfrutar de las vidrieras del templo. La suerte fue poder verla en dos momentos diferentes del día, cuando el sol aún estaba en lo alto y cuando el astro rey decidió dejar el protagonismo a su compañera la luna.

Tras tanta caminata y pasear sobre la antigua muralla romana (o lo queda de ella, además de las partes reconstruidas), nos pusimos en camino de nuevo a la casa de Ángela. Allí preparé unos spaghetti alla bolognesa, en recuerdo de mi estancia italiana, lo único que sé hacer bien, y pude comprobar que a los compañeros de mi amiga no les disgustaron en absoluto.
Con una breve pausa para la sobremesa y comer un poco de panettone, tocaba la vuelta al turismo que no había apenas tiempo. Paseamos de nuevo por la catedral y terminamos en busca de calor en la cafetería de los Café Quijano decorada con guiños a canciones y álbumes de sus propietarios, como este Buda colocado entre los dos tramos de escalera.





Y después a sacarnos la foto con Gaudí. Lo más probable es que sea algo que solamente me pase a mí, pero verle ahí, tan inmóvil como estatua es, me hizo pensar en el de carne y hueso, sentado en ese mismo banco, dibujando frente a un hueco o un edificio ya viejo, calculando los tamaños, la decoración, formando con un lápiz y un cuaderno lo que sería su nueva obra. Esta claro que esto no ocurrió pero me encanta inventarme historias sobre la marcha.


El frío volvía a hacerse patente y el hambre también, así que fuimos a probar los cortos. Por 1.20€ o 1.40€ a lo sumo, cerveza pequeña y tapa, pero, ¡ay, amigo, qué tapa! Con dos ya comes. En la primera nos dieron patatas con bacon, en la segunda una especie de croqueta alargada rellena de lo que deseáramos  en nuestro caso, queso, y en el tercer y último lugar un sandwich y una tosta. Todo esto para tener aguante que la noche se presentaba muy larga debido al cambio de horario.
Nos arreglamos y de camino a casa de unos amigos de Ángela. Y después de allí a los bares leoneses. A las seis de la mañana al fin volví a la cama para dormir lo suficiente y no estar muerta el domingo, que a las tres de la tarde tomaba un bus de vuelta a Torrelavega.

Al llegar a casa y sentarme en el sofá noté el cansancio de estos días, pocos pero intensos. Y ya contando los días para el próximo viaje que haga. España aún tiene muchas cosas que ver, así que esperaré a que otro lugar grite mi nombre para visitarlo y desde aquí os mostraré si me ha dejado tan buen sabor de boca como lo ha hecho León.






P.S.: por supuesto agradecer a Ángela Martínez, Mini para los amigos, que me haya mostrado la ciudad que ahora es su casa, que me haya aguantado hasta el punto de dejarme dormir con ella y que me haya brindado la oportunidad de redescubrir una ciudad que tenía olvidado en algún huequecito de mi mente de niña.





lunes, 20 de agosto de 2012

Carta de amor a Roma

Querida  Roma, ha pasado ya un mes desde que nos separamos y no puedes hacerte a la idea de lo que te echo de menos, cada día más. Nuestra historia es graciosa de explicar, cómo llegué hasta ti cargada de sueños e ilusiones y cómo aquellos días fastidiosos de enero empezaste a caerme gorda aunque me era imposible enfadarme contigo, siempre tan dispuesta a todo… Y al final me demostraste que estar triste entre tus muros es algo casi imposible porque hay un millón de recovecos donde esconderse a llorar y, por raro que parezca, en cuanto los encuentras, tu vista está tan ocupada en disfrutar de ellos que no deja paso a las lágrimas. Así fue como, tras un breve desengañado amoroso, volví a confiar en ti, volví a enamorarme de tus calles, de tu historia, de tu idolatrado Coliseo como si fuese el primer día.

La pasta y la pizza característica de tu gastronomía se mezclaron en mis carnes con tus cafés después de comer, donde los españoles llevamos nuestra más que larga sobremesa a tierras italianas, con los helados de dupplo y nutella frente al Panteón, viendo como pasa de estar iluminado por el sol a saludar alegremente a la luna y las estrellas que parecen darse codazos para estar en primera fila del más maravilloso concierto del mundo, o la Pompi y sus ricos tiramisús... Pero creo, con permiso de otros muchos lugares, que la mayor característica que tienes, mi querida Ciudad Eterna, es que te quedas con parte de los corazones de aquellos que te visitan así que, ¿qué puedo decir yo, que he tenido el placer y el privilegio de poder vivir contigo, en ti? Ya sabes cuánto lloré cuando empecé a aceptar que el sueño de estar contigo para siempre se estaba agotando; no sé donde estarán mis lágrimas ahora, quizás continúen bailando dulcemente entre las aguas del Tíber o quizás hayan desaparecido por alguna alcantarilla, no me importa, porque sé que lo que tuvimos fue real, porque sé que me va a ser imposible olvidarte. ¡Tantas cosas buenas me diste que no soy capaz ni de enumerarlas aquí! Queda entre nosotras, tú lo sabes, yo lo sé y quienes deben saberlo también; porque sí, sobre todo me quedo con aquellos amigos que me brindaste, con aquellos amigos que aún están ahí, aquellos que aún me preguntan qué tal y que me dicen cuánto me echan de menos y que, por supuesto, yo les respondo con que a mí también me faltan mucho. Las risas, los paseos, los secretos, las fiestas descontroladas que terminaban a las tantas de la mañana donde cuadraba. Escribiéndote esto, siento los ojos húmedos, pero ya ha pasado mucho tiempo como para llorar por ti, ¿no crees? Y más sabiendo que nos vamos a reencontrar, te lo prometí y yo siempre cumplo mis promesas.

Aún no tengo fecha de retorno para volver a sentirte como el primer día, para volver a enloquecer con tu tráfico, con tus italianos a lo “ciao, amore”, a descubrir que un beso siempre es más dulce con la Fontana di Trevi de fondo… Y cuento los días para volver a verte aunque ya te he dicho que no sé cuándo será pero así me entristezco menos pensando que cada día queda menos para nuestro reencuentro.

Te prometo que vaya donde vaya, descubra la ciudad que descubra, el mayor “te quiero” siempre será para ti, guardado en una esquinita del mio cuore, esperando impaciente a poder decírtelo de nuevo cara a cara. Yo nunca te voy a olvidar, espero que tú nunca lo hagas tampoco.

Siempre tuya,
R.

domingo, 19 de agosto de 2012

Festivaleo 2012, segunda parte: Sonorama Ribera

Y aquí estoy de nuevo, con el final de mi etapa festivalera de este año (o verano, al menos). El Sonorama Ribera empezó con problemas: no teníamos tienda de campaña. Así que, dos días antes, mi adorable hermana busca y rebusca una tienda y una colchoneta para que mi espalda no vuelva a sufrir el doloroso odio que el suelo la tiene y pueda descansar, o al menos intentarlo, durante los tres días de festival que íbamos a vivir.

El trayecto en autobús no se hizo ni tan cansado como esperaba y eso que teníamos que hacer una parada en Burgos hasta llegar a Aranda de Duero, cargadas con todos los bártulos que iban a ser nuestras pequeñas casas de caracol. 
El calor era horrible, seco, y a cada paso que daba una gota de sudor se resbalaba por mi frente. Seguramente por eso, o por ser lo más vago del lugar, dos de nuestras compañeras se desviaron de nuestra ruta para tomar un taxi mientras las otras cuatro valientes soportábamos las altas temperaturas castellanas por descampados amarillos que parecían no  haber olido la lluvia desde hacía milenios hasta llegar al camping. Bueno, camping, parque habilitado como tal pero, sinceramente, muy bien hecho. 
Nos encontramos por llegar con cientos de tiendas hasta que encontramos un lugar perfecto para colocar las nuestras. Y nos damos cuenta que ninguna de nosotras ha traído un martillo de goma para clavar las clavijas en el suelo, o un hinchador para inflar lo que serían nuestros colchones. Pero sabemos elegir zona y nuestros vecinos estaban de lo más preparados. El último día, cuando ya nos marchábamos bien temprano, les dejábamos sobre su mesa (preparación al 100% esta gente) las cervezas que no habíamos bebido a modo de agradecimiento y con nota incluida.

Y llega el día. Como todos los jueves de festival, me dormía en cada esquina, abría la boca más de diez veces por segundo (si eso es posible) y contaba los segundos para volver a la tienda; como veis, poco que reseñar aquí.

El viernes empezamos el día bajando al pueblo ya que en la plaza comenzaban los conciertos gratuitos para todos los originarios del lugar y para aquellos que habíamos ocupado sus calles para pasar unos días. Comenzamos con Eladio y los seres queridos, y como no, con mucho calor; un hombre desde uno de los balcones de los edificios que formaban la plaza no dejaba de echarnos agua con una manguera. Y se agradeció. Muy mucho. Después continuamos a las dos de la tarde con Sidonie pero los dejamos a medias para ir a refrescarnos a la piscina, donde comimos y expulsamos un poco el calor hasta la llegada de la noche.
Y llegó el momento de conciertos de nuevo, que era para lo que habíamos venido. The Monomes abrían nuestra etapa oscura a las nueve y media de la noche. Un poco de Willy Naves para dar por el gusto a mis Claras y ya a preparar escenario para Love of Lesbian escuchando a Corizonas y más tarde, en la lejanía a We are Standard. Como la semana anterior, los "lesbianos" no defraudaron. Y volvimos a gritar, a saltar, a cantar... Mi voz ya fallaba en algunos agudos y aún me quedaba otra jornada para darlo todo. Pero da igual, como ya he dicho, a eso veníamos, a enloquecer durante tres días como si no hubiera mañana con el idioma universal como es la música, a sentir a la persona que tienes al lado que está gritando tanto o más que tú, que se emociona cuando cantan su canción favorita y como ella ve el modo en que te emocionas tú cuando cantan la tuya... Hermandad festivalera, digamos, siempre hay buen rollo entre cachis de cerveza y calimocho, colas en los baños o a la espera de comer un trozo de pizza. Y aquí os dejo parte de la magia con la que vivimos a Love of Lesbian http://www.fangazing.com/loveoflesbian/El_Sonorama_grita.html
Después de esto, Kakkmaddafakka, un grupo que no había oído en mi vida, nos hacía los coros mientras reponíamos fuerza llenando el buche para poder continuar la noche con los Dj's. Fiesta y más fiesta hasta las cinco, que teníamos que prepararnos para el día siguiente.

¿Y qué fue al día siguiente? Despertarnos e irnos directamente a darnos unos chapuzones en la piscina que además tocaba fiesta ese día. Estuvimos hasta que el sol decidió despedirse de nosotras, así que de nuevo a la tienda, una ducha (fría) para quitarnos el cloro, ponernos monas y ¡ala!, a continuar con el festivaleo que tanto nos gusta.
Comenzamos con The Dandy Warhols. El momento de mayor esplendor, como no, llegó cuando tocaron Bohemian like You, el más mítico de sus temas y que todo el mundo coreaba, aunque, como dos años atrás cuando tuve el placer de verlos por primera vez, cerraron el chiringuito con Get Off, otro tema mítico de la banda.
Finalizó el concierto y fuimos como posesas a tomar el lugar que nos correspondía: las vallas de primera fila. Mientras Fuel Fandango daban caña, nosotras esperábamos a Vetusta Morla. A los gritos de "el del bidón", los de Tres Cantos se presentan ante el público y nosotras encantadas de poder volver a verlos. Si aguantamos como campeonas el chaparrón que cayó en Santander para verlos y disfrutamos como enanas, podéis imaginaros como vibramos con ese concierto y, para colmo, al acabar, nos comunican que en las pantallas gigantes a los laterales del escenario sólo salíamos nosotras. Somos fan, que le vamos a hacer.

En ese momento, sin saber cómo, terminamos esparcidos por todo el recinto. Unos van a cenar, otros a ver  a El Columpio Asesino y yo a gritarle a los pipas que me regalen algo de los chicos de Madrid. Y me llevo dos setlist después de gritar y llorarle mucho a uno de ellos.

Sidonie vuelven a escena después del concierto dado en el pueblo el día antes. Es muy similar al que nos brindaron una semana atrás, sólo que esta vez dieron más de ellos mismos, incluso nos cantaron una canción de más, Nuestro baile del viernes, y versionaron la canción Kids de MGMT ¡en español! El mal sabor de boca que días antes habían conseguido dejarme, se deshizo en dulce miel después de ese concierto. ¡Esos eran los Sidonie que había visto por primera vez! Esto fue a las dos de la mañana así que podéis imaginar que hicimos: nos encontramos de nuevo y nos fuimos a terminar la noche entre bailoteo y bailoteo de más Dj's.

El domingo nos levantamos muy pronto. Sin haber casi dormido gracias a los gritos que algunas personas que decidieron montar su propia fiesta en el camping, recogimos todo como pudimos, a tacto, si nos descuidamos, ya que parecía que nuestro ojos no estaban muy por la labor de abrirse. A las diez y media ya estábamos de nuevo camino a Burgos con una parada de casi tres horas en cuanto llegásemos a la estación. Había que hacer tiempo. Nos dividimos en dos grupos: mientras unas cuidaban de los cacharros, otras que fueran a desayunar para que no se hiciera tan pesada la espera. Yo entre en el primer saco junto a Aida y Laura. Esta última es de Burgos así que nos contó alguna que otra cosa sobre su más impresionante monumento: la Catedral, recién restaurada (la han limpiado para que vuelva a tener el color de antaño o, al menos, que esté más cercano al original). Y tras esto y un pincho de tortilla con un refresco, fuimos a relevar a nuestras compañeras.
Cuando al fin subimos en el bus hacia Torrelavega lo primero que hice fue quedarme dormida. Necesitaba descansar. Mis padres me recogieron y, aunque intentaba contarles algo, me era imposible, la voz no me salía, no quería ni si quiera hacer un esfuerzo, estaba acurrucada, escondida en algún lugar de mi garganta, descansando de tanto grito hasta que estuviera lista para volver a ser la de siempre. Y eso mismo hice yo en cuanto llegue a casa, meterme en mi cama a ver si mi cuerpo volvía a funcionar con total normalidad.

Festivales de música. Unos piensan qué diversión encontramos los jóvenes en dormir en tiendas de campaña, ducharnos con agua fría, comer a bocadillos y rompernos la voz con una panda de grupos durante cuatro días. Otros, en cambio, lo ven como una maravillosa experiencia el compartir un mínimo espacio para descansar con X número de personas, el compartir los gritos de "¡Ay, que fría!", el compartir tu pan y tu queso preparando el bocadillo a tu amigo y el compartir, en una sola voz, una canción que las cientos de personas que estamos allí, dándonos calor, empujones, sonrisas de vez en cuando, hemos cantado solos miles de veces. Porque en esos días que estás ahí, que te olvidas un poco de todo lo que hay a tu alrededor, desconectas, hablas con desconocidos mientras esperas a pedir una cerveza, sabes que todos estáis ahí por una misma razón, un mismo sentimiento, el más bonito y precioso del mundo: el amor a la música.


viernes, 17 de agosto de 2012

Festivaleo 2012, primera parte: Santander Music

El "Festivaleo" al que me refiero son los dos festivales en los que he estado inmersa todo este mes de agosto: el Santander Music y el Sonorama Ribera. Bien, yo tenía pensado en hacer una entrada especial a mi viaje por Campania pero creo que ha pasado mucho tiempo desde que éste se produjera así que haré una breve reseña aquí sobre él.
Fue un viaje de estudios, donde el profesor de Paletnologia decidió llevarnos a ver yacimientos arqueológicos de época prehistórica. El calor nos asfixiaba a cada paso pero era algo con lo que teníamos que lidiar si queríamos conocer un poco más de la arqueología autóctona. Lo mejor de la excursión, aunque quede, quizás, como una ignorante que no sabe aprovechar lo que se la brinda (creo que he demostrado más de una vez que no soy así pero por si acaso) fue la noche, cuando en la playa nos reunimos un grupo que parecía sacado de la ONU: españoles, italianos, alemanes, chinos y mongoles, alrededor de una hoguera para brindar con cervezas los dos días que íbamos a pasar por esos lares. Si os parece bien, para no alargar demasiado esta entrada y hacerla pesada, os dejo ya unas fotos de aquel fin de semana










Y después de esto, vayamos al meollo de la cuestión. 
Santander, 2,3 y 4 de agosto, Campa de la Magdalena. Todo estaba preparado para recibir a más que conocidos grupos de la escena indie, especialmente española. Admito que el jueves fui por ir, tenía otros compromisos mucho más importantes que atender pero bueno, ya que mi entrada estaba pagada decidí pasarme a ver a la única que conocía del cartel: Annie B. Sweet. ¡Y a buena hora! Madre mía, no me he aburrido tanto en un concierto desde Russian Red, aunque, espera, creo que incluso con esa me divertí más. Una hora que pareció un siglo así que la vuelta a casa de ese día fue maravilloso. 

El viernes ya era un poco más fuerte. Comenzamos con Fanfarlo, que no teníamos mucha idea de quienes eran pero bailamos hasta que el último acorde de sus guitarras sonó. No sé si fue el calimocho que bebimos en el camping antes de bajar lo que nos desinhibió, pero lo pasamos genial.

Estos que veis aquí son Delorentos, que amenizaron aún más la velada hasta la llegada del plato fuerte de la noche: Lori Meyers. Pero, ¿qué decir de ellos? Nos los encontramos bailando entre el público al ritmo de !!! (que no necesitaban mucha animación, ¡menudo cantante motivado tienen!) y, tras haber conseguido un disco firmado, ya puestos les pedimos fotos y besos, y ellos encantados. Así da gusto irse de conciertos.
Y estos de aquí también son ellos, en su momento adorable de la noche. Apuntar que entre concierto y concierto había media hora de dj's así que, mientras la gente bailaba sin descanso, nosotros esperábamos en nuestra primera fila, tomada desde el principio de la noche, para disfrutar de los granadinos Lori Meyers y de temas tan míticos como "Alta fidelidad" o "Mi realidad". Gritamos, saltamos, cantamos, bailamos. La Campa de la Magdalena estaba inundada por gente dejándose la voz, los pies y todo lo que podían, porque disfrutamos. Lori Meyers nos hizo enloquecer, reír, dejar hasta el último aliento en aquella preciosa noche junto al mar Cantábrico. ¡Y hasta nos ofrecieron un desnudo!


Después llegó el turno de la locura de !!!. Si soy sincera, no recuerdo muy bien que es lo que tocan estos chicos, estaba demasiado ocupada observando las frikidas y el espectáculo que el líder ofrecía al público santanderino, como, por ejemplo, colgarse de las barras metálicas que sostenían el escenario o subirse sobre un Mini que adornaba uno de los laterales. Un show, para que nos entendamos.
Y para finalizar esta segunda jornada, La Casa Azul iluminaron con sus pantallas de led, haciendo bailar desde la primera nota. Y aunque no pudimos acabar de verlos, y aunque sólo nos quedó por ver una canción, La Revolución Sexual, que se presentó para Eurovisión hace unos años, las risas nos las llevamos igual.

Esa noche dormimos en el camping, algo matador para mi pobre espalda que se recuperó un poco gracias a los masajes de mi padre el sábado en mi vuelta a casa para echarme una siesta en una cama de verdad, comer comida de verdad y ducharme en una ducha de verdad. Y después de volver a disfrutar de los placeres de la gente de verdad, volvimos a nuestro último día de conciertos en Santander. Fuimos muy pronto; a las siete ya estábamos haciendo cola para un concierto que comenzaba a las nueve pero es que eran Love of Lesbian quienes abrían el festival aquel primer sábado de agosto. Y nosotros no éramos los primeros pero aún así, primera fila. A los gritos de "¡colonizad!" tomamos las vallas y no nos movimos de allí en toda la noche, porque no había un plato fuerte, había demasiados. 
Love of Lesbian fueron impecables, quejándose un poco de la hora y del tiempo que les dejaban tocar (una hora) pero eso a su público no le importó...hasta que tuvieron que marcharse. Se aprovechó hasta el último momento, desde lo maravilloso que quedó "Allí donde solíamos gritar" hasta la diversión que causó el "Si tú me dices Ben yo digo Affleck"; sólo con mirar esta foto de Santi Balmes sabréis a lo que me refiero

El trabajo de amenizarnos entre grupo y grupo cayó en Brianda Dj que no dejó de oírse en toda la noche "Mírala, es la nieta de la Duquesa de Alba". Y con esta frase repetida hasta la saciedad, nos plantamos con Clap your hands say yeah. Música divertida pero ellos sosos, sosos, hasta decir basta. Y para más INRI se piran quince minutos antes de cuando debían. ¿Sería por la lluvia que comenzaba a calarnos hasta los huesos? El diluvio universal cayó esa noche pero ya sabemos que a eso nos atenemos en el norte. Nadie se movió, nadie iba a moverse un centímetro teniendo en cuenta que quienes venían eran Vetusta Morla. Y tras esperar, entre el frío y la lluvia, Pucho y los suyos aparecen a escena mientras el público grita y enloquece, y él nos agradece que estemos allí esperando con la que ha caído. ¿Qué importa? Un vaso de leche calentita, un ibuprofeno y a la cama, pero esa primera fila no nos la iba a quitar nadie. Y de nuevo volvimos a gritar, a saltar, a cantar, a bailar... Y no decepcionaron.


Después de ellos, los últimos que vimos fueron a Sidonie, la mojadura que habíamos cogido no nos dejaba esperar hasta The Zombie Kids. La verdad es que los esperaba con ansias; dos años atrás había podido disfrutar de ellos en ese mismo paraje y no defraudaron pero esta vez... mejor no hablar mucho, un mal concierto lo tiene cualquiera, por suerte me quite las penas una semana después, en el Sonorama, donde lo dieron todo y aún más, pero eso ya será en el próximo capítulo.






lunes, 23 de julio de 2012

Ostia Antica

¿Cuánto tiempo ha pasado desde mi última entrada? Sí, lo sé, una eternidad. No hace falta que me lo perdonéis, yo misma soy incapaz de perdonarme. Supongo que me hice "demasiado" a la vida italiana: tranquilidad, despreocupación, un "deja para mañana lo que puedas hacer hoy"; y así me planto en cuatro meses desaparecida de estos lares, ¡si hasta ya estoy en España! Cómo hecho de menos las calles romanas, el descontrol al volante, el olor a pizza y a café... Pero bueno, dejemos estos recuerdos para la entrada especial de este maravilloso viaje.
A lo que íbamos. Revisando mi anterior entrada, el viaje a Florencia, he visto lo decidida que estaba en hablaros sobre Ostia Antica. Mejor tarde que nunca, dice nuestro refrán, quindi... ¡allá vamos!

Ostia es el antiguo puerto militar romano, cuando el Imperio era el Rey del Mundo y los nombres de los Césares se comparaban con el actual Coco (que no el de Barrio Sésamo). Desde la parada de metro de San Paolo, tomamos el tren que va hacia los restos arqueológicos de Ostia Antica. Recuerdo lo rápido que comimos el bocadillo mientras esperábamos a nuestro transporte y el encuentro con Mané, Pascual y sus visitas.
¿Recordáis mi famosa matrícula de Historia del Arte? La de ahorro de dinero que he tenido con ella... Pues bien, en este lugar no fue diferente.

Lo primero que nos encontramos a la entrada es una serie de tumbas (si no me equivoco), entre las que nos colamos como si fuéramos pequeñas ladronzuelas de los tesoros de aquellos que ya nos habían dejado.


En lugar de seguir el camino indicado, decidimos caminar por la parte trasera, también permitido, la ilegalidad sólo la rozamos en Pompeya por seguir las indicaciones de mi querido Dani (aiiins, como te echo de menos...). Y entre los restos... 

Si, señores, esa que ven ahí haciendo el payaso soy yo, aunque estoy segura que la mayoría de la gente se hubiera hecho esa foto. Originalidad, digamos. Pues bien, estatuas como esa, incompletas, a doquier, así como rastros de inscripciones, edificios, sarcófagos...

Después de esto, continuamos la andadura entre las ruinas y los hierbajos para llegar al teatro. Y es ahí donde Mané y Pascual estaban jugando a la pelota con una serie de amigos venidos desde España. Y sí, leéis bien, jugando a la pelota, una especie de rugby se podría decir, entre restos del siglo I después de Cristo. Imaginaos a un romano de dicha época con su túnica y sus sandalias con un casco creado con, no sé, ¿piedras? ¿Madera? Bueno, olvidaos de esta ida de olla, es tarde y mis recuerdos están quizás un poco borrosos en mi memoria (¿demasiada fiesta desde entonces? Forse!)


Tras este encuentro, todos juntos nos dirigimos en busca de más edificios caídos y lo que me comentan que es una antigua basílica paleocristiana (con lo enterada que he terminado en estos temas tras mi Erasmus). Y aquí os dejo alguna que otra imagen:



No quiero ni pensar en todo lo que he olvidado comentar, las fotos hacen que diferentes flashes de aquel día vengan y vayan a mi cabeza pero ha pasado algún que otro mes y, como ya he indicado, es de noche y Morfeo me está llamando desde hace un buen rato, creo que no debería hacerlo esperar mucho más. Espero no olvidarme de mi amigo cibernético durante mucho tiempo después de este reencuentro. Espero que me volváis a abrir los brazos como el primer día y aunque no pueda contar ya muchas más aventuritas sobre mi Erasmus al cual ya he puesto el punto y final, siempre habrá cosas que contar. Siempre habrá aventuras y desventuras de una ciudadana del mundo.


martes, 27 de marzo de 2012

"Esto con los Medici no pasaba"

Vagancia. Esa es la razón por la que llevo sin actualizar desde hace tanto. Ella, siempre tan presente en mi vida, hace que no os pueda contar la visita de mis amigos... o quizás sí, pero otro día, quizás mañana, junto con mi vista de Ostia Antica. ¡No es tan mal plan!

Llevo durante casi una hora escuchando la misma canción, veamos si me inspira para contaros un nuevo viaje: Florencia.
Primero os pondré en situación: era viernes, el fin de semana llegaba y vemos que nuestro Erasmus cada vez pasa más deprisa. Parece que fue ayer cuando llegamos sin conocer a nadie, perdiéndonos día sí y día también por las calles de Roma... Y pensamos, ¿qué hacemos mañana? Y así fue: comprar billetes, conseguir un hotel y plantarnos en la ciudad toscana al día siguiente.

Viaje de 4 horas y a la una de la tarde estábamos ya allí. Caminamos en busca de nuestro hotel, cercano a la Piazza della Segnoria. Vimos Santa María Novella de "espaldas", el duomo (¡impresionante!), y llegamos a nuestro destino. El sitio era un poco turbio: un edificio en el cual no encontrábamos la luz, nadie nos abría la puerta... pero bueno, fueron 12 euros y era una noche.
En cuanto dejamos las cosas fuimos a comenzar nuestro fin de semana express. Nos encontramos con un mercadillo que se desarrollaba frente a nuestro hostal y donde una estatua de un jabalí te mostraba si tendrías buena fortuna: de su boca salía agua y se debe meter una moneda que caiga desde su lengua a unas rejillas; si se cuela entre las rejillas, buena suerte, si no, pues nada. Yo la colé a la primera pero la buena suerte no la olí. Me explico: olvidé mi matrícula de historia del arte en Roma así que debía en pagar en todos los sitios donde podría haber entrado gratis. Uno de ellos fue el Palazzo Pitti pero, indignada, me marché a pasear por las calles de Florencia mientras mis compañeras Aida, María, Ángela e Isabel veían dicho palacio.
En mi paseo vi muchas cosas, di la vuelta completar a la zona central de Florencia y, como no, también me perdí, con mapa incluído. Aquí os dejo algunas instantáneas de mi paseo solitario:




Después de esto, me uní a mis compañeras de ruta para ir a la Galeria Uffizi. Cola, como no, pero entramos igualmente y ¡gracias a Dios! Tiziano, Botticelli... ahí, ante mis ojos, siendo como una melodía para la vista, suave, dulce, que ojalá nunca se terminase. Debo decir que mientras pasaba los minutos entre sala y sala deseaba que mi padre estuviera allí, sé cuanto lo hubiera disfrutado. ¡Para la próxima!
Después de esto, Ángela me acompañó a un ciber para conseguir mi matrícula desde su correo y que al día siguiente me saliera todo un poquillo más rentable. Quedamos en el duomo para irnos a cenar. Comencé con el postre: gofre de nutella. ¡Hacía tantísimos que no me comía un gofre que me supo a gofre! Y ya que estamos en Italia, un trocito de pizza. Cotilleamos acerca de los líos que se cuecen tan a fuego lento (y no tan lento) dentro del Erasmus y decidimos ir dando un paseo por el río para llegar al final a Santa Croce. Y, para no cambiar mucho el plan, terminamos en una torre de vigía del río. Por supuesto pudimos dar la vuelta y observar esto... Santa Croce, de noche, llena de jovencitos alcoholizándose en sus escaleras; el San Giovanni in Laterano florentino... 
Después volvimos al hotel. Dormir, eso era lo que necesitábamos, ya demás había que cambiar la hora, lo que se resumía en 60 minutos menos de sueño. Pero lo logramos, y nos plantamos el domingo con todo el deseo del mundo de seguir investigando recovecos.

Lo primero que tocó fue la Iglesia de San Lorenzo donde no nos dejaron entrar porque había misa y donde decidimos no entrar al finalizar la misa porque nos pedían tres euros... una vergüenza que haya que pagar, vaya. Otro ejemplo de que el jabalí nos vaciló cuando se suponía que nos tenía que dar suerte. Y a esto hay que sumar que la capilla Medici estaba cerrada, que en el Palazzo Medici no colaba la matrícula de arte... 
Nos separamos. María y yo fuimos a la Galeria dell'Accademia para admirar al David de Miguel Angel mientras el resto, que ya lo había visto, seguían investigando. 
Más cola, aunque no fue ni tan larga teniendo en cuenta lo que se encontraba en su interior. Por fin iba a poder usar mi matrícula... o eso creía, infeliz de mí. "Sólo la original", nos dicen. Merecía la pena: exposición de instrumentos musicales, más cuadros, más escultiras y... el David. No se pueden sacar fotos, dicen. Picaresca española, siempre presente.

Y ya que estábamos, al museo arqueológico. Empezamos con los etruscos, por supuesto, para continuar viendo Egipto. Vasijas, esculturas, orfebrería...Momias, jeroglíficos, sarcófagos.


Llegó la unión de nuevo de las cinco para y continuar con el "turisteo". Volví a estar sola, ahora me tocaba a mi el Palazzo Pitti. Increíble, impresionante. Sin palabras. Jardines y salas, arte y más arte; época moderna, joyas, habitaciones... Y, para rematar, las escaleras estaban cubiertas por una alfombra roja. Bajar cuatro pisos y sentirme como Elizabeth Bennet en Derbyshire, sin un maravilloso vestido siglo XVIII, por supuesto.
Y desde aquí, retomé el paso ligero para llegar al lugar de encuentro predeterminado para nuestros 2 días: la plaza del duomo. Desde allí ya nos decidimos a ir yendo hacía la estación para admirar Santa María Novella y su fachada, obra de Alberti en el siglo XV.
A merendar y otras cuatro horas de regreso a la ciudad eterna. Ya en casa, vuelta a la normalidad. Peli y a dormir.

Y así ha sido mi fin de semana loco por las calles de Florencia. ¿Podría haber visto más? Seguramente, pero no hubiera sido tan maravilloso como este viaje: despreocupado, nada pensado. Único.