domingo, 20 de enero de 2013

Querida Audrey...


"Yo creo en el color rosa. Yo creo que la risa es el mejor quemador de calorías. Yo creo en besar, besar un montón. Creo en ser fuerte cuando todo parece ir mal. Yo creo que las niñas más felices son las chicas más guapas. Creo que mañana será otro día y creo en los milagros."

Querida Audrey,

Seguro que entre ayer y hoy estarás cansada de tantas cosas bonitas que te dirán por todos lados, pero, sinceramente, yo no quería ser menos. Siempre me has tenido enamorada, sí, así, con esas palabras, enamorada; no sé si era tu sonrisa o la forma en que interpretabas, quizás tu dulzura para cualquier papel o tu delicadeza a la hora de caminar que más parecía que volabas. La cuestión es que ya han pasado 20 años desde que dejaste el mundo terrenal para irte con los ángeles, porque estoy segura que allí estás, tantas buenas acciones a lo largo de tu vida no han podido quedar en el olvido por allí arriba. Nos abandonaste en 1993, yo tenía poco más de un año de vida, pero una década después, cuando comencé a conocer tu filmografía, me parecía que seguías aquí. 

Desayuno con diamantes ya es un clásico y, como clásico, fue la primera película de ti que vi. Recuerdo al pobre Gato, como lo abandonaste bajo la lluvia, pero hasta Holly tenía un corazón que no le cabía en el pecho y fue a por él (¿o a por George Peppard? Fuera por quien fuese, no te culpo, el señor Hannibal estaba muy guapo en sus años mozos); supongo que sabrías que a Truman Capote no le hizo gracia que tú fueras su personaje, pero creo que está más que claro que se equivocó, que Blake Edwards jamás podría haber encontrado a una Holly como tú. 

De la película que jamás me podré olvidar es Vacaciones en Roma. La vi poco antes de mi primer viaje a la Città Eterna, la Bocca della Verità se convirtió en un santuario y, tres años después, me encontraba viviendo en la capital italiana. ¿Te cuento un secreto? Mis paseos hasta la Boca de la Verdad se convirtieron en algo cotidiano, yo también quería encontrar un Gregory Peck y, aunque no apareció tal cual, tampoco me quejo; ¿qué nos habrá dado Roma que nos lleva hasta grandes amores? Allí también te quieren mucho, recuerdan Vacaciones en Roma en cada esquina y hasta te hicieron una exposición el año pasado.

Me hiciste sufrir mucho en Sola en la oscuridad, también he de decirte, eso de que no pudieras ver y tuvieras que acabar con un malhechor que entra en tu casa hizo mi corazón se pusiera a mil por hora. Pero era tan fácil como ponerme a ver Una cara con ángel para que se me pasara. Enfaticalismo decías… ¡Y al final terminaste con Fred Astaire del brazo!

También quiero decirte que me pareció maravilloso como perseguías a Cary Grant en Charada, ¿o él te perseguía a ti? No importa, por suerte al final él era el bueno, aunque dio tantos nombres a lo largo de las dos horas de metraje que no sé si merecía tanto cariño como le brindaste.

Y quizás esto no debería decirlo pero… ¿no eras ya una “muñequita” cuando rodaste My Fair Lady? Me gustó, claro, pero hasta de pordiosera vendedora de flores tenías en la mirada un no-sé-qué que ya te veía elegante, sofisticada, tan tú

Y, bueno, no me olvido de Sabrina. William Holden y tú os comíais la pantalla, sobre todo en esa escena en la que él te lleva en coche e intenta adivinar quién eres. Del señor Bogart… no te enfades pero prefiero a Harrison Ford en la versión que años después hicieron; es Indiana Jones, es un plus demasiado grande para mí. 

Y hay tantas y tantas y tantas otras películas pero quiero acabar con una que la tengo especial cariño… Robin y Marian. Soy una obsesa de las historias de Robin Hood, de cómo roba a los ricos para dárselo a los pobres, así que Marian es un personaje al que adoro aunque sólo sea por ser el amor del señor de los bosques. El final me dio mucha pena pero, quizás, era el adecuado: siempre juntos, a lo Romeo y Julieta…

Antes de despedirme, querida Audrey, no quiero olvidar decirte que tu labor humanitaria con Unicef hizo que muchos niños volvieran a sonreír, que todo el mundo, 20 años después de tu partida, aún se acuerda de ti, y no sólo por gran actriz, sino por todo ese tiempo que dedicaste a hacer un poco mejor el mundo, que dedicaste en hacer un poco más feliz a todos, dentro o fuera de la pantalla. Porque no habrá nadie como tú jamás.
Este es mi pequeño homenaje para aquella que, como muy bien leí hace poco, “democratizó el glamour”. Para aquella que mostró que, a veces, menos es más, porque sólo necesitaba su sonrisa para iluminar el mundo.