viernes, 28 de octubre de 2011

Viaje al Véneto: Pádova, Venecia y Verona

Había desaparecido pero estoy un poco liada con los estudios y eso que de momento sólo estoy subrayando, no quiero saber cuando lleguen los exámenes... Pero aquí estamos para hablar de cosas felices y así os contaré mi viaje.

Salimos desde la estación de Pirámide la noche del jueves, después de haber escrito nuestra carta a Julieta. Intentar dormir en el autobús fue una tarea complicada así que siete horas de viaje entre alguna cabezadilla de media hora, con frío y cansancio. Y así llegamos a Pádova al fin. Es una ciudad con tintes medievales cuya plaza central es el principal atractivo de ésta.
En este viaje hemos conocido a gente nueva: desde tres chicas madrileñas, dos chicos andaluces y un grupo de norteños venidos desde Euskadi a europeizarnos con alemanes y franceses. Esto es lo maravilloso del Erasmus, compartir y conocer personas que en otras circunstancias no sería posible. 

Descubrimos el jardín botánico en el que los estudiantes de medicina hacían sus prácticas antaño para conocer las diferentes propiedades de las plantas existentes. Una maravilla el contemplar una palmera de 1585 o el temor al estar al lado de una carnívora.

Después de llegar al hotel para descansar decidimos ir a comer. Unos cuantos nos reunimos en un restaurante cercano al albergue donde degustamos, en nuestra mayoría, pizza. Una pizza enorme. Creí que no me la iba a terminar pero estaba demasiado rica para dejarla en el plato sola y abandonada.
Tras esto, comenzó el tour por la ciudad. Encontramos algo muy curioso frente a la universidad: un chico subido en un banco leyendo un papiro mientras sus amigos le tiraban huevos y tomates por la cabeza. Esto tiene su motivo: cuando alguien se gradúa, se le hacen estas bromas a modo de "despedida" de la vida estudiantil. Cómico cuanto menos.
Debo admitir que lo que me encantó el reloj que había en una de las plazas. Tenía marcadas las horas del día como XXIV y alrededor de la esfera los signos zodiacales a excepción de Libra. ¿Qué habéis hecho a Pádova los nacidos entre el 23 de Septiembre y el 22 de Octubre?

Después de finalizar la ruta, terminamos todos juntos en un bar para tomar una bebida típica de la zona del Véneto llamada Spritz. Asqueroso, así de claro lo digo. Puede ser que al primer sorbo te sientas reticente a continuar y que con el segundo empieces a saborearlo pero, confieso, que no quiero volver a hacer la prueba, continuaré con mis cervezas que sé que esas saben bien, sea cual sea su marca.





Y después de eso, una vuelta por la ciudad por nuestra cuenta donde descubrimos la Disney Store, parada obligatoria para alguien tan fanática de Disney (fue obligatoria aquí, en Venecia y en Verona). Por mí me hubiera comprado toda la tienda pero no tenía suficiente dinero además de ser objetos algo caros, pero prometo desde aquí que no me iré de la capital italiana sin haberme comprado algo en su Disney Store (un peluche, ¿quizás? Conociéndome seguro que sí).
De vuelta al hotel, nos arreglamos un poco para ir a cenar a la mensa de la Universidad de Pádova, mucho mejor que la romana he de decir, y después, con nuestros recién estrenados amigos alemanes, fuimos a un bar a terminar la noche. Aunque no la terminé. A las doce ya estaba en la cama durmiendo para poder aguantar el día veneciano. 
¡Oh! ¿Cómo olvidarme del Gatamelatta? Señor condotiero, fue un gusto estudiarlo y puedo asegurarle que también ha sido verlo aunque me lo imaginaba un poco más grande... Donatello no cubrió del todo mis expectativas...


Y así es como llegó. Otro día soleado al norte de Italia. Desayuno y al tren. Hubo un grupo que se perdió por lo que debimos esperar media hora a que aparecieran en nuestro radar y tomar el transporte que nos dejaría en la ciudad de los canales. 

Nada más salir de la estación me siento como Angelina Jolie en "The tourist"; tengo la suerte de ver el mismo paisaje del que ella disfruta nada más llegar a Venecia. Y me enamoro por llegar. Todo el mundo habla de la magnífica ciudad de Venecia, y ahora entiendo porqué. Conocimos el barrio viejo, el barrio nuevo, cruzamos mil canales, dimos un breve paseo en góndola, caminamos sobre el Puente Rialto, comimos pizza en forma de góndola e... hicimos compras. Lo impresionante era ver las máscaras tan maravillosas que se encontraban en todos los escaparates y pensar cómo es esa ciudad cuando llega el carnaval: un baile en el que tus amigos se convierten en desconocidos ocultos tras un antifaz, con hermosos vestidos y pelucas de época. La magia está servida.
Y tras esto tocaba el plato fuerte: San Marco. Mi sorpresa fue encontrar palomas, muchas palomas, pero no tantas como me habían hecho imaginarme.
La hermosa basílica se presentaba ante nosotros como la mejor anfitriona que pudiéramos tener, majestuosa y brillante, con algún que otro secreto en su interior. Cuentan algunos entendidos en el tema que la tumba que guarda en su interior esta iglesia no es la del Santo si no la de otro personaje no menos importante en la historia: Alejandro Magno. Tras una serie de revueltas en Alejandría la única forma de proteger los restos del Grande fueron con la pequeña mentirijilla de que en realidad el evangelista iba dentro. Creer o no creer, eso ya es cosa de cada uno.

Y en ese mismo lugar llegó mi momento esperado, el momento por el que había estado dando la vara a todo el que se me pusiera al lado, y es que pude mirar a los ojos a la mismísima Biblioteca Marciana. No, no me he vuelto loca, es un edificio, lo sé, pero tenerla en frente ha sido como conocer a un gran ídolo: la información histórica que guarda en su interior y aquella que tendrá y que no desea que sea vista es lo que la hace ser tan especial.
Regresamos a Pádova después de intentar "salvar nuestras vidas" al pasar por la parte exterior de una columna. Me explico: cuando alguien estaba condenado a muerte, podía continuar con su vida si conseguía pasar de lado a lado sin sujetarse a la columna. El suelo está muy gastado, todos resbalamos, y ahí es donde hubieran acabado nuestras vidas. Pero no fue el caso, obviamente. 
Cenamos en el hotel y después fuimos a la plaza ya nombrada en Pádova, la principal, para hacer botellón y continuar la fiesta del fin de semana. Teníamos que aguantar, aún quedaba Verona.

A la mañana siguiente el cansancio se veía en la cara de todos los que estábamos allí así que no quedaba otra que intentar dormir en el autobús que nos llevaba a ver la ciudad de Romeo y Julieta. Mis nervios estuvieron patentes desde que pisamos el lugar. ¡Quería dejar mi carta al mito romántico! Conocimos el anfiteatro, iglesias, estatuas... Conocimos la otra cara de Verona.
Y después de comer tocaba conocer a Julieta. El pobre Romeo está olvidado, también os digo. 
Ya en la entrada, las ganas de llegar hasta la estatua del personaje de Shakespeare se palpaban en el ambiente. El pequeño pasillo que hay hasta llegar a su jardín nos daba la bienvenida con pintadas de enamorados y un cartel de "Españoles por el mundo" para recordar un poco nuestro país. Y ahí estábamos. Sobre nuestras cabezas el balcón donde la joven Capuleto declaraba su amor a un Montesco, enemigo acérrimo de su familia desde generaciones, y mientras, yo, en el lugar donde Romeo estaría oculto antes de mostrarse ante su amada y declararle lo que siente. ¿No es precioso poder imaginarse esa escena?
Después de dejar la carta entre candados de enamorados y tocar el pecho a Julieta para conseguir el amor verdadero antes de que termine el año, recogimos nuestros bártulos y regresamos a Roma. Viaje largo y cansado, algo animado por la música pero eso no hizo me pudiera levantar a las 7.30 de la mañana para ir a clase. Por suerte, era clase voluntaria (quiero sentirme menos culpable de este modo). Y así acaba nuestro viaje. Tres días, tres ciudades. Tres días, mil amigos nuevos. Tres días, infinitos recuerdos maravillosos e imborrables.
Y aquí, os dejo como "regalo" alguna que otra foto más. ¡Disfrutadla!
 


domingo, 16 de octubre de 2011

Hmmm, chocolate...

Me gusta el chocolate, y me gusta mucho mucho. Si vuestro caso es este, no os podéis perder la Feria Internacional del Chocolate de Perugia. Con el nombre ya dan ganas de ir, ¿verdad? Comes chocolate y aprovechas para ver una ciudad tan bonita como ésta. Antigüedad medieval.
Lo peor de todo es el frío. ¡Oh, Dios mío, pensábamos que íbamos a convertirnos en cubitos de hielo! Pero hubo suerte, y aquí estamos aún.

El día comenzó muy pronto, a las 6.30 de la mañana estábamos en pie después de habernos acostado a las 4. Hay veces que hay que cometer locuras para darse cuenta que es un error y que jamás de los jamases se deben repetir. Me gusta demasiado dormir para volver a salir hasta esas horas intenpestivas.
Después de correr para no perder el tren, llegar medio muertas y sin aliento, nos esperaban tres horas por delante para echar una cabezadita pero fue algo complicado: había más gente que asientos y tuvimos que sentarnos en el suelo. This is Italia...
Al final llegamos. Mi compañera del curso de italiano, Cova, vino a recogernos ya que está allí de Erasmus. Nos enseñó la ciudad y los diferentes stans en los que pudimos robar algo de chocolate. Al fin y al cabo esa era la finalidad. Y descubrimos, como ya os he comentado, un bonito paraje.

Constantes escaleras y cuestas que todas van a dar a la plaza central donde unos edificios majestuosos te dan la bienvenida a la capital de Umbria. Miles de tiendas aparecían en nuestro camino pero mejor ni mirarlas, precios desorbitados. El mayor enemigo que nos encontramos fue el viente gélido que congelaba cada parte de nosotras: manos, orejas, nariz... Sin embargo, cuando al sol le apetecía aparecer soportábamos de buena gana las corrientes.

En cuanto al chocolate, que es el tema principal, decir que estaba lleno de gente comprando y probando (donde te dejaban). Chocolate con sabor a cappuccino, sabor a naranja, a fresa, a caramelo... Los famosos baci de Perugia, y el maravilloso osito de Lindt, realizado con toneladas de cacao. Hicimos cola para conseguir un regalo de esta famosa marca de chocolates y, aunque con pena no gané el premio grande que era un oso de chocolate, me dieron el premio de consolación: otro oso aunque en tamaño mini.
Hoy mismo me he comido la magdalena que compre, con azúcar y mucho mucho chocolate. Me dio pena comerla por lo bonita que era pero, hmmm, estaba tan buena...





Nuestra estancia no fue muy larga, decidimos cambiar el billete para regresar antes. En la estación, el revisor nos dijo que subiéramos sin problema al tren, y ahí comprendimos el motivo de la falta de asientos libres.

Cuando por fin llegamos a casa, después de un día en el que se había mezclado el sueño, la diversión, el frío, el chocolate y la belleza, decidimos ver una película e irnos directas a la cama a recuperar las horas que debíamos a Morfeo por ese viernes noche.
Y ahora estoy aquí, contándoos esto, a punto de irme a la cama a dormir un poco más y poder llegar a clase con ansias de escuchar la Historia de España desde el punto de vista italiano.

Espero que os hayan entrado ganas de ir a visitar esta feria y esta ciudad al leer esta breve entrada, y si no os ha despertado curiosidad, os diré, si me permitís, que vosotros os lo perdéis, creo que es algo que debería verse y, si uno no puede trasladarse hasta allí, escuchar, o en este caso, leer con atención.

miércoles, 12 de octubre de 2011

¡He vuelto!

Llevo mucho tiempo sin escribir, creo que todos sabéis por qué: ya empezaron las clases y la monotonía se está haciendo presente también en Roma. Pero, por suerte, estoy de Erasmus y siempre hay alguna batallita que se puede contar (otras me las callaré, no es bueno hacer pública toda mi vida ¡que esto es Internet, a saber donde termina esa información!).

Bien, explicaré lo importante, y para ello iré al día por el que todo el mundo me odia: pic nic en el Circo Massimo. Fue el día después a la Eurodinner, en la que debo decir que nuestras torrijas triunfaron y donde conseguimos una camiseta por nuestra cara bonita. Pues bien, allí fuimos a seguir comiendo. Llegamos tarde, para no variar, y nuestro querido repartidor de regalos nos mandó a continuar con la gincana en la que resultó que estuvimos dos minutos y en el grupo ganador. Va a ser que nos van a regalar otra camiseta. Mejor dos que una, ¿no?
Después de la comida en el Circo Massimo compuesta por pizza, principalmente, fuimos a hacer turismo con el grupo. nos llevaron hasta San Giovanni, una iglesia cercana, y conseguimos saber donde está la Bocca della Veritá; en ese momento descubrimos lo lelas que somos: estuvimos buscándola en dirección contraria, por eso nunca apareció. Ya lo sabemos para la próxima.

Después de esto continuamos hacía un jardín donde nos explicaron que, tras el régimen de Mussolini, comenzaron a llenar de rosas. Y así era, flores por todos lados. Junto a éste se encuentra la iglesia de Santa Sabina, y tuvimos la suerte de visitarla, donde, según cuentan, hay una piedra que el Diablo lanzó para que los creyentes le hicieran caso.
Lo más impresionante del jardín es sin duda sus vistas (aquí al lado os dejo un ejemplo de ello). Me hubiera quedado horas mirando la ciudad, esperando que quedase dormida, inventando mil historias para los viandantes o simplemente para inspirarme y que este blog parezca más una narrativa que una simple página de internet.

Por su parte, en Santa Sabina se estaba celebrando una boda de "alto copete" con preciosos vestidos, bolsos que costaban más que todo lo que llevaba puesto, altos tacones y coches... ¡Ay, qué coches! Aunque después del maravilloso Ferrari rojo hemos tenido la suerte de cruzarnos con otros tantos, desde estos hasta Porsche o Lamborghini. La bella Italia dicen, creo que parte de ese apodo se lo deben a esos automóviles, y os lo dice alguien que los coches no le dan más, no quiero saber cómo estarían paseando por las calles romanas unos cuantos que yo me sé...

Al día siguiente decidimos hacer turismo. Llegamos a Trastevere ya de noche, preguntando, para no cambiar las viejas costumbres. Descubrimos una S. Maria in Trastevere oscura (la noche ya nos había envuelto) y junto a ella disfrutamos de un crepe de chocolate.

Después nos pusimos en camino hacia Piazza Navona. Creímos que nos habíamos perdido y no sé cómo aún podemos pensar eso cuando yendo "tutto diritto" llegas a cualquier parte. Y llegamos así. De camino descubrimos unas cuantas tiendas que, aunque seguramente caras, nos permitían disfrutar de sus escaparates.


Y después de eso tocaba Panteón de Agrippa. Y otra vez a no encontrarlo, a preguntar y a terminar en el lugar indicado. Ese lugar es mágico, no sé que es lo que le hace tan especial, pero es verlo y quedarme anonadada: sus majestuosas columnas, su cúpula, su frontón... O puede, simplemente, que todo lo que hay en esta ciudad tiene un encanto incomparable.

Y ya sólo nos quedaba la vuelta a casa. Esta vez fue rodado: del Panteón al Palacio de Victor Manuel y de ahí al Coliseo a tomar el metro.



El lunes nos tocó ir a clase, no sé si ya os he contado que tenemos la tarjeta de la mensa y comemos por cuatro duros. Pues bien, había fiesta, como la hay todos los días, pero a esa decidimos ir: All you can drink, 10€ en la entrada y a disfrutar de la noche. Al principio pensamos que íbamos a estar solas, todo el mundo nos daba largas, pero después de buscar por donde no era el bar (al menos vimos la famosa Pirámide), encontramos a unas con las que habíamos coincidido en unas cuantas quedadas. Tuvimos que hacer cola pero entramos. No voy a hacer una crónica de la fiesta, quiero guardar mis secretos (en realidad no hay nada que contar, es una fiesta, todos habéis estado en fiestas).

El martes había que ir a clase otra vez, y fuimos, por mucha diversión que hubiéramos tenido el día anterior, pero esta vez fue día tranquilito: cena, peli ("La boda de mi mejor amiga", la recomiendo, es divertida) y a dormir, que había que recuperar horas de sueño.

Hoy tampoco hay mucho que contar, hemos conseguido unas cuantas firmas para acabar con el papeleo aunque mañana una servidora tiene que volver a dar la coña debido a su maravillosa cabezita loca que ha hecho que olvide papeles en casa. Lo sé, ni lo penséis, soy un desastre, es parte de mi encanto, ¿no? (al menos me gusta creer eso).

¡Esto es to, esto es to, esto es todo, amigos! Espero no aburriros mucho e intentar traer más diversión a estos lares.

viernes, 7 de octubre de 2011

Y van pasando los días...

Sólo tengo una cosa segura: una de mis asignaturas es Storia della Spagna, de las demás aún no sé nada. Y así se ha presentado la primera semana de clase, sin poder aparecer porque no tengo claro si estoy o no estoy matriculada. Lo mejor de todo es que esta vez no debo reñir a los italianos si no que es cosa de nuestro coordinador español que no nos hace caso. Al final en los países mediterráneos todos vamos a ser primos hermanos.
Esto viene a raíz que el jueves creo que debería haber ido a la Universidad a la presentación de Storia Romana pero por dos motivos me quedé en casa: tenía sueño por la noche anterior y quizás no debería estar allí. Ya el martes, que será la primera clase, iré esté o no, no me importa perder un par de horas de mi vida si, por algún casual, no me quieren en esa asignatura. 

El motivo por el que el jueves estaba agotada es la Toga's Party, ya os podéis imaginar cual era su temática: ir vestidos con toga, cual antiguo romano. Pero iremos al principio del día. Hasta las dos de la tarde una servidora no tenía nada que hacer así que me dediqué a limpiar un poco la habitación para después ir a rescatar a Aída de la Paleografía. Nuestro coordinador italiano nos había dado cita a las cuatro de la tarde, justo cuando saliamos de clase. Pues bien, a la una y cuarto estábamos comiendo en el McDonald's ya que era el lugar más cercano (y barato) a la Facultad. En un momento de lucidez entre patatas y hamburguesas recordé que me había olvidado el pen drive en casa. Ya era demasiado tarde, llegaría a saber a qué hora a clase. Los nervios educativos empezaban a hacerse visibles en mí. Salí corriendo para recoger todo lo que había abandonado entre papeles en la mesa de mi habitación. Aunque increíble, llegué a la clase, quince minutos tarde, después de dar vueltas buscando el aula y preguntando a todo bicho viviente que se me ponía a tiro. Por suerte, la profesora acababa de empezar a hablar y tampoco me perdí demasiado, además, puso una película rápidamente titulada "Los desastres de la guerra", española y en español, una maravilla para mí, no creo que lo fuera para los demás.

Tras la clase, nos encontramos con el coordinador que no tenía ni idea de que debía y que no debía hacer con nuestros papeles, y para colmo debemos cambiar de nuevo las asignaturas. Si el Karma existe, hemos debido ser las peores personas del mundo en otra vida.

Y llegó la noche. Quedamos para hacer litros en San Giovanni, cercano a la discoteca donde se llevaría a cabo la fiesta. Cogimos el metro hasta Termini para hacer transbordo pero la Linea A, la que lleva hasta el lugar donde debíamos encontrarnos con los demás, estaba cerrada. En busca de un autobús que nos llevara hasta el sitio indicado, dimos mil vueltas; cuando por fin parecía que habíamos acertado, veíamos que tardábamos demasiado en llegar ya que Lorenzo nos dijo que estaríamos allí en nada. Y fue ahí cuando llegó mi momento cumbre; un chico guapísimo subió al bus con su guitarra en la mano; algo hice o dije que Aída me contestó con un "eso es algo universal", "¡Qué más da! Lleva cascos, no me oye", respondí, ingenua de mí. Al segundo de decir eso y pensando que nos habíamos perdido por enésima vez en Roma, el muchacho se quita los cascos, nos mira y nos dice con un maravilloso acento argentino "¿Os puedo ayudar?". Tierra, trágame, o al menos haz que deje de meter la para cada dos por tres. Lo bueno fue que supimos que estábamos yendo en la dirección adecuada. 
Y llegamos a la Puerta de San Giovanni. Y ya estaban esperándonos, aunque no podían quejarse, tenían compañía. Conocimos a unas cuantas personas aunque con quien más mantuvimos conversación fue con una chica madrileña llamada Blanca que pasa los veranos en Santander. 

Ya entrada la noche, decidimos ir al Sky a disfrutar de la fiesta de los togados. No había demasiados, debo decir, y los que llevaban su toga debieron perderla al final de la noche; ir con una sábana por la calle no creo que sea lo más normal. 
Después de muchas risas, muchos bailes y alguna que otra foto, nos fuimos a casa. Esperar al autobús fue la tarea más ardua de mi vida. Por suerte encontramos a una chica con la que habíamos pasado nuestros últimos minutos en Marino y parecía que se acordaba de nosotras. No vive demasiado lejos de nosotras así que estuvimos acompañadas gran parte del camino a casa.
Llegamos a nuestra morada a las seis, para no variar. ¿Ahora entendéis mi cansancio matutino? Y a eso sumadle los gritos mañaneros de una de las compañeras de piso. En fin, Serafín. 

Después de que el casero me despertara a las diez para pagarle el mes de octubre, volví a la cama y hasta la una no me levanté. Teníamos ya la tarde libre, ¿qué podíamos hacer? ¡Turistear! Intentamos buscar la Bocca della Veritá pero terminamos decantándonos por lo fácil: Circo Massimo y Colosseo.
Pero, para no cambiar las costumbres, nos equivocamos de lugar para llegar al gran anfiteatro. ¿Dónde estábamos? No teníamos ni idea hasta que apreció algo que nos dio una clave: el nombre de la calle, Viale Teatro Marcello. Estaba bastante claro, así que aprovechamos a tomar unas cuantas fotos del lugar  antes de llegar al Palazzo di Vittorio Emmanuele y ya retornar a casa tras pasar por el Coliseo. 

La noche nos la tomamos con tranquilidad: vimos Up, volví a llorar en todas las escenas tiernas y decidimos volver a la cama para tomar el descanso necesario para que hoy por la mañan fuera un mejor día. 

Y así ha sido: conseguimos hacer la tarjeta de la mensa después de buscar porque zona de Ingeniería se encontraría, compramos el manual necesario para Storia della Spagan sobre el franquismo (¡mi primer libro en italiano!) y aprovechamos para comer ya en la mensa. 1.40€, eso es lo que nos hemos gastado en comer, con un plato lleno de pollo y patatas y un plátano. Comer así sí se puede.

Y ahora estamos aquí, después de hacer torrijas para la Eurodinner y esperando que tengamos otra buena noche. ¡Qué tengáis un buen viernes noche! 

martes, 4 de octubre de 2011

¡Fiestas!

He estado desaparecida, lo sé. Internet llegaba a todas las partes de la casa menos a mi ordenador pero ¡he vuelto!
Debo contar desde donde os deje así que supongo que sea una entrada un poquillo larga.
Bien, empecemos. El viernes fue el botellón. ¿Qué decir? No era lo que nos esperábamos, todo el mundo estaba en grupos y nadie miraba a nadie. Aída y yo esperábamos a Sara, Olaya y Lorenzo para ser, también, una cuadrilla. Al final llegaron y la gente comenzó a marcharse. Unos pocos españoles continuábamos en las escaleras de la estación de metro de Pirámide y decidimos juntarnos para continuar la fiesta en la zona de Garbatella. Llegamos a un bar en el que ponían música similar al Parada (cómo echo de menos sus marinos y sus "Valiente"...). Con vino a 4€ la botella, terminamos a las 5.30 en la parada de metro para regresar a casa. Pero antes de eso debo contar mi primera decepción italiana: chico alto, rubio, ojos claro, hablando anglosajón; decidida (tras vacilar, mis amigos ya saben como soy con el sexo opuesto) le pregunto si también es Erasmus (es la mejor excusa para poder entablar conversaciones) y me dice que no, que es italiano. Decepcionada miro a Aída: "no es british"; el chico intenta por todos los medios contentarme con un "pero me voy a estudiar a Londres". Esto no se hace, italianos...

El sábado continúo la fiesta. Esta vez la reunión estaba organizada por la SPQE. Tras otro botellón, esta vez cercano a las universidades, nos encaminamos al Irish Village, un pub donde continúa la jornada de celebración. Desde el bus de regreso a casa siempre veíamos ese lugar y siempre quisimos entrar y teníamos la oportunidad pero... no, no era una taberna irlandesa. Danza Kuduro y David Guetta retumban en nuestros oídos. ¿Fiesta Erasmus? Se supone. Está plagado de italianos y, entre la multitud, aparece un australiano. Luke se llama. Estamos con él riéndonos un rato y ¡hablando en inglés! Hay que aprovechar para practicar, ¿no?

Recogemos pronto, sobre las 4.00 estamos en casa. El domingo nos espera un día duro: el milagro del vino en Marino.
Empieza nuestra mala suerte: nuestros compañeros de fiestas anteriores nos ignoran y, para colmo, el bus en el que debíamos ir está lleno y tenemos que cambiarnos. En esa situación estaba María, una chica sevillana con la que, esperamos, entablemos una amistad. 
Ya en Marino, nos dan una pizza para comer y nos sueltan en la fuente principal. Explico: el milagro del vino corresponde con que, desde las fuentes, comienza a salir vino. 


Todo el mundo se queda esperando el evento pero son las 14.00 y la maravilla no comienza hasta las 17.30. Aída y yo decidimos hacer turismo. Nos encontramos con que Marino es un pequeño pueblo medieval, similar en algunos aspectos a Santillana del Mar. Subes y bajas cuestas hechas con cantos, observas edificios más que antiguos y ¡bebes vino italiano! Romanella, se llama, es dulce pero rico. El problema, como siempre, es el calor excesivo que hace que te canses más de la cuenta y no quieras moverte de las zonas donde haya sombra. 
Aún así, conseguimos ver el pueblo de arriba abajo, incluso disfrutamos de un desfile en el que los protagonistas llevaban vestidos maravillosos que podrían haber sido portados por cualquier noble del Medievo (he aquí un ejemplo de ello).

Volvimos a la fuente para ver el milagro del que todos hablaban. Tras empujones, pisotones e insultos varios, una manguera llena nuestros vasos, previamente entregados por la organización. El vino era malo, el milagro no era tan milagroso y los 400 españoles con los que viajábamos habían desaparecido.Y, para no variar, nos perdimos. Sí, en un pueblo del tamaño de Torrelavega nos perdimos. Uno de los de Protección Civil no nos indicaba el camino a la fuente principal porque allí no aparcaban los autobuses; incomprensible, lo sé. Así que llegamos hasta el cementerio a las 20.00, ya era de noche y a esa hora el autobús salía hacia Roma.  
Llamamos mil veces a nuestros coordinadores y no cogían el teléfono. Me ponía más nerviosa por momentos. Un amable señor nos indica cómo llegar la tren si, por desgracia, nos dejan tiradas. Pero al final vemos la luz al final del túnel: nos cogen el teléfono y vamos hasta donde se encuentran todos nuestros compañeros para que, dos minutos después, estemos de nuevo en el lugar desde donde habíamos llamado. Cosas que sólo nos pasan a nosotras.
Ya no sabemos que hacer ante nuestra mala suerte, sólo nos queda reírnos. Y así, entre risa y risa, con la voz ronca y hablando sobre nuestra non grata fortuna, unos chicos se nos acercan preguntando qué es lo que nos ha pasado. Después de la larga caminata con ellos, descubrimos que viven cerca nuestro. Vecinos... ¿nuestra suerte estaba empezando a cambiar?

El lunes amaneció soleado y caluroso, ¡cómo si no! Voy a buscar a Aída a la Universidad que era su primera clase. No sale muy contenta pero habíamos decidido ser positivas. Vamos a comer al McDonald's, tenemos que ir a la Oficina de Relaciones Internacionales y es lo más cercano que nos queda. Y es ahí donde descubrimos que todo tiene que ir a mejor. ¡El Happy Meal me regala a Pitufina! Claramente, eso es una buena señal. Y en la ORI así nos lo confirman: conseguimos hacer todos los papeles. Oficialmente ya soy estudiante de la Università degli Studi Roma Tre. Suena bien, ¿no creéis? Ahora sólo falta el último paso: reunirnos con nuestro coordinador para que nos den por convalidadas todas las asignaturas. Pero eso será mañana.
Por la tarde del lunes, aparecemos en Storia della Spagna. La profesora habla despacio y parece que se la entiende, además el tema que trata es algo que ya está más que "trallado" en España y tenemos apuntes de otros años. Conocemos a un chico de Toledo en nuestra misma clase, Dani. Vamos encontrando poco a poco nuestro lugar. 
Al salir de clase decidimos hacer turismo, que ya nos toca después de tantos quebraderos de cabeza.  Conseguimos llegar a la Fontana di Trevi. El problema de Roma es que apenas hay carteles indicativos y buscar un lugar concreto es bastante complicado, hay que investigar entre callejuelas o seguir a los guiris, ese es el gran secreto.
Nos llega un sms de Olaya, que salgamos a tomar una cerveza. Estamos cansadas pero ¡estamos de Erasmus! Hay que aceptar todas las proposiciones (o casi todas, no vayamos a pensar mal). Después de cenar llegamos a Piazza Bologna, nuestro ya mítico lugar de reunión. Aguantamos hasta las 23.40 para coger el metro pero resulta que cierra a las 23.30. ¡Por diez minutos no llegamos! Vuelta a esperar al autobús, y cuando llegamos a casa, directas a la cama.
Hoy era la reunión de bienvenida de los Erasmus con la Welcome Week. No ha sido nada del otro mundo, es más, incluso ha sido aburrido, pero son cosas a las que hay que ir. Por la tarde tocó clase de Storia della Spagna de nuevo. Debo admitir que hoy me enteré de menos, será que estaba cansada. Y de nuevo turisteo. Villa Borghese era nuestro destino pero de esto no hay fotos, la cámara no tenía batería, raro en mí, que siempre la llevo en el bolso por si veo algo interesante o curioso, que ya me pasó con el Dos Caballos de colores :)


¡Ah! Ya tengo móvil italiano y diré que mi fondo de pantalla es un cartel gigantesco que hay en el metro de Jared Leto para Hugo Boss (este dato será interesante para Laura y Ana, y va por ellas).

Seguramente me olvidaré de mil cosas, han sido demasiados días sin escribir por culpa del internet, como ya os he comentado al principio, y me acordaré de mil cosas en un rato seguro, pero espero que esta crónica os sirva para compartir un poquito más mi día a día, y que, aunque esté lejos, me sintáis a vuestro lado, como si estuviera viendo la televisión en el sofá, comiendo pescado los sábados, escuchando como quieres otros zapatos, guardando secretos sin que mi hermana se entere, recordando festivales, cantando a Supersubmarina o haciendo barbacoas. Prometo que de nuevo haremos todas esas cosas.