viernes, 30 de septiembre de 2011

Problemas, problemas everywhere

Aún estoy de vacaciones pero eso no quiere decir que no me pueda levantar a las 7.00 de la mañana. Supongo que os preguntaréis el por qué; la respuesta es el Codice Fiscale, un papelito que nos ha traído por la calle de la amargura durante días, pero ¡al fin lo tenemos! Llegamos a esa especie de edificio de la Seguridad Social a las 8.30 y conseguimos los números 103 y 105; debía haber gente esperando desde mucho antes, quizás algunos llevaron a cabo el plan que nosotras habíamos discutido el día anterior: salir de fiesta e ir de empalmada a hacer cola. Locura transitoria de la desesperación.
Un hombre orondo me atiende tras su mesa con un alegre: "Diciotto?", yo asiento con la cabeza, "Eccole!" exclama felizmente. Y en menos de cinco minutos me expende un folio con mi número fiscal para poder vivir como residente italiana. ¿Me dará eso libertad para votar en sus próximas elecciones?

Tras salir de allí nos encaminamos nuevamente a la Universidad, para variar. Después de esperar largas colas, una mujer decide salir para atender a todos los Erasmus que nos encontramos en el pequeño cubículo, aunque, debido a su estress, decide darse la vuelta y dejarnos a todos con la palabra en la boca. Anonadados, Aída y yo nos enteramos de que debemos traer un papel para que nos atiendan. Corremos hasta casa, lo buscamos en el ordenador, lo imprimimos, lo rellenamos, volvemos; parece que ya esta todo... ¡Oh, venga! La tipa no quiere cogérnoslo porque falta el fax. ¡El fax! Tiene dirección, número de teléfono, tiene toda la información necesaria menos el fax. Nos marchamos indignadas; de camino a casa encontramos un lugar donde nos permiten utilizar un ordenador para buscar lo que necesitamos. Tardamos un minuto, lo que nos cuesta 50 céntimos (un día Italia cobraran por respirar) pero al menos lo tenemos. Echándole morro (ya nos estamos italianizando) conseguimos que tome el papel con todos los datos necesarios y nos comunica que volvamos el lunes o a la semana próxima para concretar todo lo que nos queda, porque sí, aún quedan más papeles, interminable burocracia que en el fondo no sirve para nada.
Nos desquitamos a la noche con un poco de fiesta, de nuevo en Piazza Bologna, con los españoles que conocimos hace unos días. Y de entre la nada aparece un cántabro procedente de Industriales. Si ya nos hacía ilusión encontrar españoles, imaginad uno de la tierruca (100% espíritu cántabro en esta frase).
De vuelta a casa, consigo meterme a la cama a las 3.40 más o menos. Morfeo tardó muy poco en visitarme y con él pase la noche, la más larga de todos mis días en Roma.

A las 10.30 me levanté para ir en busca de más información de asignaturas a la Universidad pero, para variar, no había nada útil. (Nota: empiezo el lunes las clases, aún no sé a cuáles ir).
En la sala Erasmus, pagamos la cuota para realizar el primer viaje Erasmus. Convencidísimas de que nos íbamos a San Marino descubrimos que el "San" nos lo hemos inventado.
Marino es una pequeña ciudad cercana a Roma donde celebraremos la fiesta del vino este domingo rodeadas de otros tantos estudiantes extranjeros venidos de todas las partes de Europa (incluso desde Cambridge, que es una de las universidades más prestigiosas del mundo. Claramente, alguno de ellos será mi futuro novio inglés).
Y no es necesario hacer mención del resto del día: comer, hablar, fregar, limpiar, cantar mientras escucho a The Kooks, The Strokes, Franz Ferdinaz y similares. Ahora toca prepararse para el botellón de esta noche. Esperamos conocer a muchas personas que se conviertan en grandes amigos. ¡Deseadnos suerte!

miércoles, 28 de septiembre de 2011

Hay días y días

Otra jornada que se pasa. Ahora mismo, con un tanto de melancolía, traigo un poquito de España con Vetusta Morla. Y os preguntaréis, con todo la razón del mundo, ¿melancolía en cuatro días? Hasta que no te vas de casa no sabes cuánto la vas a echar de menos, aunque a la vez es una satisfacción el darte cuenta que puedes valerte por ti mismo. De esto  nos dimos cuenta mi compañera Aída y yo  ayer en busca de Ikea. Como todos sabréis, Roma es una ciudad gigantesca y llegar a las grandes superficies comerciales es más costoso de lo que podría ser en cualquier otra urbe. Google Maps fue nuestro aliado ayer: desde la línea B del metro debíamos llegar a Termini, hacer allí transbordo, tomar la línea A y quedar sentadas hasta el final de línea en Anagnina. Y ahí es cuando el buscador más famoso del mundo nos fallo. Veíamos el Ikea al final, cierto, pero, ¿cómo llegábamos? Después de un odisea en la que el calor no ayudaba en absoluto a centrarnos, encontramos el autobús correspondiente. Pues bien, tras hacer la compra para la semana y descubrir (o redescubrir, mejor dicho) lo caro que está todo aquí, nos encaminamos a la sucursal sueca.

Por mi parte era la primera vez que pisaba uno de ellos pero hice lo que todo el mundo hace cuando está allí, para seguir la tradición: robar un lápiz. Me sentí tan Winona Ryder, y no por haber estado con Johnny Deep especialmente. Probamos todos los sofás, las butacas, las sillas, las camas... ¡incluso la zona de los niños! Quizá lo que más me gustó pero, claro, nunca he perdido ese Peter Pan que todos deberíamos conservar para siempre.
Íbamos en busca de toallas y perchas, y terminamos no sólo con eso, si no también con flores para alegrarnos un poco las mañanas cuando suene ese odiado invento del Diablo al que conocemos con el nombre de despertador. ¡Y no nos olvidemos de la comida de Ikea! ¡Perrito caliente y bebida ilimitado por 1.50€! Además del kepchup gratis, algo que los McDonalds italianos deberían tener en cuenta... E incluso experimentamos nuestra primera bronca en italiano por parte de un pequeño al ocupar las sillas para niños.

Finalmente, llegó la noche. Después de hablar con la familia y pasar ese momento en el que piensas "¿quién me mandó a mí venirme aquí con lo bien que estaba con papi y mami?" decidimos salir a Piazza Bologna donde el día anterior habíamos quedado con un grupo de españoles para ir conociendo a alguien en nuestra misma situación. Ellos no estaban allí esta vez pero tuvimos compañía igualmente; dos chicos del sur de Italia que estudian en Roma (uno de ellos en nuestra misma universidad, casualidades de la vida) nos entretuvieron entre cervezas. Sin resultados visibles en nuestra búsqueda de encontrar a nuestros nuevos amigos nos preguntamos ¿nos los volveremos a encontrar? Eso se desvelará en siguientes entregas.

En cuanto al día de hoy... lo resumiré en una frase: ¿por qué me levanté de la cama? Viajes interminables en autobús hasta Trastevere con un calor estival que ya debería desaparecer y que, además, es acrecentado por el bochorno que formaba la gente a nuestro alrededor; aún con todo esto, llegamos a nuestro destino: Piazza Ippolito Nievo. Haríamos el Codice Fiscale, hablaríamos con nuestros coordinadores, haríamos la tarjeta ESN... Todo parecía marchar a la perfección hasta que descubrimos que hacer el Codice Fiscale hoy iba a ser una tarea imposible. El fotomatón ya me había robado un euro, ¿y ahora eso?
Después de media hora esperando al autobús para ir a la universidad, resulta que los coordinadores no están. Mensajito bajo la puerta para uno de ellos y la esperanza de que nos conteste en nosotras. Al menos la tarjeta de los Erasmus está hecha; allí hicimos una nueva amistad a quien sí que encontraremos, mañana mismo además, y donde descubrimos que la gran quedada de los estudiantes de intercambio estaba a la vuelta de la esquina: San Marino y la fiesta del vino. Suena bien, ¿no creéis? Pero no os hagáis muchas ilusiones, dudo que sean similares a nuestros Riojas porque, sí, Spain is Different, típica frase a la que aludimos en repetidas ocasiones, pero es tan cierta como que la Tierra gira alrededor del Sol, y ahora que estoy fuera puedo añadir que Spain is Different para bien.

Y hasta aquí mi resumen de hoy. Claro y conciso (al menos espero que así lo veáis vosotros). Desde Italia continuaré escuchando a los chicos de Tres Cantos y observando mis banderas para tener muy en cuenta, no sólo España, si no también Cantabria, mi casa.

martes, 27 de septiembre de 2011

Primeras Impresiones

La idea que tenía de Roma antes de llegar era totalmente idílica, una ciudad donde se mezcla lo nuevo y lo antiguo, donde puedes pisar el mismo terreno que las cuádrigas gastaron a base de pasar ruedas por el Circo Massimo, o sentirte como un gladiador mirando el más que famoso Coliseo. Pero Roma es mucho más, es un caos. ¿Quién se puede acostumbrar a un tráfico como el de aquí? ¿Quién puede relajarse cuando no sabes dónde están las clases a las que debes asistir? ¿Y los precios desorbitados de todo?
Sinceramente todas estas trabas son lo de menos si miras a tu alrededor; hay algo en el aire romano que no lo hay en ningún otro: despreocupación, tranquilidad y una pizca de picaresca. Y esto es lo que hay. Lo tomas o lo dejas. Yo no tengo ninguna duda. Quizá, inocente de mí, el enamorarme tan pronto de la historia de una ciudad como está, centro del mundo durante siglos, me traiga factura en un futuro pero de momento disfrutaré al máximo de los paisajes que se presentan frente a mí cada vez que aparece un nuevo día. ¿Quién sabe? A lo mejor cuando decida ir a la Bocca della Veritá tenga a un Gregory Peck esperando y viva no un año de estudio, si no unas "vacaciones en Roma".
¡Por cierto! Mi nombre es Rocío, futura arqueóloga (¡o al menos eso espero!) y viviré un año en Roma como estudiante Erasmus. Si decides seguir leyendo este blog, deseo que lo disfrutes tanto como seguramente yo lo haga escribiéndolo.