martes, 27 de marzo de 2012

"Esto con los Medici no pasaba"

Vagancia. Esa es la razón por la que llevo sin actualizar desde hace tanto. Ella, siempre tan presente en mi vida, hace que no os pueda contar la visita de mis amigos... o quizás sí, pero otro día, quizás mañana, junto con mi vista de Ostia Antica. ¡No es tan mal plan!

Llevo durante casi una hora escuchando la misma canción, veamos si me inspira para contaros un nuevo viaje: Florencia.
Primero os pondré en situación: era viernes, el fin de semana llegaba y vemos que nuestro Erasmus cada vez pasa más deprisa. Parece que fue ayer cuando llegamos sin conocer a nadie, perdiéndonos día sí y día también por las calles de Roma... Y pensamos, ¿qué hacemos mañana? Y así fue: comprar billetes, conseguir un hotel y plantarnos en la ciudad toscana al día siguiente.

Viaje de 4 horas y a la una de la tarde estábamos ya allí. Caminamos en busca de nuestro hotel, cercano a la Piazza della Segnoria. Vimos Santa María Novella de "espaldas", el duomo (¡impresionante!), y llegamos a nuestro destino. El sitio era un poco turbio: un edificio en el cual no encontrábamos la luz, nadie nos abría la puerta... pero bueno, fueron 12 euros y era una noche.
En cuanto dejamos las cosas fuimos a comenzar nuestro fin de semana express. Nos encontramos con un mercadillo que se desarrollaba frente a nuestro hostal y donde una estatua de un jabalí te mostraba si tendrías buena fortuna: de su boca salía agua y se debe meter una moneda que caiga desde su lengua a unas rejillas; si se cuela entre las rejillas, buena suerte, si no, pues nada. Yo la colé a la primera pero la buena suerte no la olí. Me explico: olvidé mi matrícula de historia del arte en Roma así que debía en pagar en todos los sitios donde podría haber entrado gratis. Uno de ellos fue el Palazzo Pitti pero, indignada, me marché a pasear por las calles de Florencia mientras mis compañeras Aida, María, Ángela e Isabel veían dicho palacio.
En mi paseo vi muchas cosas, di la vuelta completar a la zona central de Florencia y, como no, también me perdí, con mapa incluído. Aquí os dejo algunas instantáneas de mi paseo solitario:




Después de esto, me uní a mis compañeras de ruta para ir a la Galeria Uffizi. Cola, como no, pero entramos igualmente y ¡gracias a Dios! Tiziano, Botticelli... ahí, ante mis ojos, siendo como una melodía para la vista, suave, dulce, que ojalá nunca se terminase. Debo decir que mientras pasaba los minutos entre sala y sala deseaba que mi padre estuviera allí, sé cuanto lo hubiera disfrutado. ¡Para la próxima!
Después de esto, Ángela me acompañó a un ciber para conseguir mi matrícula desde su correo y que al día siguiente me saliera todo un poquillo más rentable. Quedamos en el duomo para irnos a cenar. Comencé con el postre: gofre de nutella. ¡Hacía tantísimos que no me comía un gofre que me supo a gofre! Y ya que estamos en Italia, un trocito de pizza. Cotilleamos acerca de los líos que se cuecen tan a fuego lento (y no tan lento) dentro del Erasmus y decidimos ir dando un paseo por el río para llegar al final a Santa Croce. Y, para no cambiar mucho el plan, terminamos en una torre de vigía del río. Por supuesto pudimos dar la vuelta y observar esto... Santa Croce, de noche, llena de jovencitos alcoholizándose en sus escaleras; el San Giovanni in Laterano florentino... 
Después volvimos al hotel. Dormir, eso era lo que necesitábamos, ya demás había que cambiar la hora, lo que se resumía en 60 minutos menos de sueño. Pero lo logramos, y nos plantamos el domingo con todo el deseo del mundo de seguir investigando recovecos.

Lo primero que tocó fue la Iglesia de San Lorenzo donde no nos dejaron entrar porque había misa y donde decidimos no entrar al finalizar la misa porque nos pedían tres euros... una vergüenza que haya que pagar, vaya. Otro ejemplo de que el jabalí nos vaciló cuando se suponía que nos tenía que dar suerte. Y a esto hay que sumar que la capilla Medici estaba cerrada, que en el Palazzo Medici no colaba la matrícula de arte... 
Nos separamos. María y yo fuimos a la Galeria dell'Accademia para admirar al David de Miguel Angel mientras el resto, que ya lo había visto, seguían investigando. 
Más cola, aunque no fue ni tan larga teniendo en cuenta lo que se encontraba en su interior. Por fin iba a poder usar mi matrícula... o eso creía, infeliz de mí. "Sólo la original", nos dicen. Merecía la pena: exposición de instrumentos musicales, más cuadros, más escultiras y... el David. No se pueden sacar fotos, dicen. Picaresca española, siempre presente.

Y ya que estábamos, al museo arqueológico. Empezamos con los etruscos, por supuesto, para continuar viendo Egipto. Vasijas, esculturas, orfebrería...Momias, jeroglíficos, sarcófagos.


Llegó la unión de nuevo de las cinco para y continuar con el "turisteo". Volví a estar sola, ahora me tocaba a mi el Palazzo Pitti. Increíble, impresionante. Sin palabras. Jardines y salas, arte y más arte; época moderna, joyas, habitaciones... Y, para rematar, las escaleras estaban cubiertas por una alfombra roja. Bajar cuatro pisos y sentirme como Elizabeth Bennet en Derbyshire, sin un maravilloso vestido siglo XVIII, por supuesto.
Y desde aquí, retomé el paso ligero para llegar al lugar de encuentro predeterminado para nuestros 2 días: la plaza del duomo. Desde allí ya nos decidimos a ir yendo hacía la estación para admirar Santa María Novella y su fachada, obra de Alberti en el siglo XV.
A merendar y otras cuatro horas de regreso a la ciudad eterna. Ya en casa, vuelta a la normalidad. Peli y a dormir.

Y así ha sido mi fin de semana loco por las calles de Florencia. ¿Podría haber visto más? Seguramente, pero no hubiera sido tan maravilloso como este viaje: despreocupado, nada pensado. Único.




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