lunes, 26 de noviembre de 2012

A kiss is just a kiss


Hoy no toca una entrada de viajes. O quizás sí; en realidad no hay mejor manera de viajar que a través del cine, y sino que se lo digan a Julia Roberts en Come, reza, ama. La cuestión es que hoy no es un día cualquiera, hoy se cumplen 70 años de Casablanca.

Recuerdo perfectamente la primera vez que la vi. Debía tener quince años a lo sumo, era un viernes cualquiera de invierno, de esos en que la casa se quedaba vacía y sólo mi abuela y yo nos resguardábamos del frio. Ella en su habitación veía los programas que la televisión decidía poner a esas horas y mientras, yo, con manta y pizza, me tumbaba en el sofá con una peli preparada en el DVD. Mi hermana había comprado Casablanca hacía poco y desde hacía unos  meses el cine clásico se había instalado en mi vida como si tal cosa; Audrey Hepburn había irrumpido como un huracán con sus días rojos evaporados en Tiffany’s porque allí nada malo podía ocurrir. Y ahí estaba yo, preparada a ver una de las películas más famosas de todos los tiempos. Ya me sabía el final, como no, pero aún así había un aura demasiado especial alrededor de ese film.
No sé si será el blanco y negro, sus frases míticas o simplemente esos diálogos tan maravillosos de cuando el cine era cine, pero es muy fácil imaginarme en el Rick’s Café tomándome una copa. E Ilsa debió pensar lo mismo que yo porque de todos los bares de todo el mundo mira que entrar en ese… Dicen las malas lenguas que Bogart y Bergman no se llevaban bien pero en la pantalla supieron disimular maravillosamente bien, enamorándose mientras el mundo está en guerra…

Todos se iban enterando poco a poco de hacia dónde iba encaminada la película, se comenta que la pobre Ingrid no dejaba de dar vueltas preguntando a todo el mundo de quién se supone que estaba enamorada. Y quizás sea eso lo que haya hecho que la película ya sea un clásico, que ellos ni si quiera sabían qué tenían que hacer, qué tenían que decir y de quién se tenían que enamorar…

Y ahí está Rick, de nacionalidad borracho, un hombre que no se acuerda de lo que hizo ayer y no hace planes para la noche porque aún queda mucho tiempo. Y en el otro lado está Ilsa, en busca de su marido revolucionario. Y ella viene a quitarle de nuevo el sueño, a convertir el pasado en presente de nuevo.
Es que… ¿quién no ha sido alguna vez un poco Rick? Desaparecido para dejar el pasado atrás, donde debe estar, pero hay veces que decide volver y no sabes qué hacer. ¿Y qué me decís de Ilsa? En ocasiones no sabes si coger el avión o quedarte en tierra, si debes hacer lo correcto o lo que dicta tu corazón; y aunque decides irte porque es lo más fácil y conveniente, no dejas de pensar qué hubiera pasado si te hubieses quedado… Seguramente no hubiera sido el camino adecuado, seguramente todo se hubiera estropeado, seguramente no tendríamos un final tan perfecto como ese. Y no nos olvidemos de Laszlo, el marido de Ilsa, luchando en el exilio sin enterarse muy bien que su amada está rememorando tiempos que, sino mejores, si dejaron buenos recuerdos.

Todos nos hemos sentido alguna vez como alguno de ellos; hemos sentido que un beso es sólo un beso pero, como nuestros protagonistas, siempre hay alguno que es algo más que eso. Y es que en Casablanca si hay algo que nos deja claro es que el principio de una hermosa amistad puede llegar en cualquier momento y de quién menos lo esperas, y si esto no es así, no os aflijáis, porque siempre nos quedará París.






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