miércoles, 7 de diciembre de 2011

Hoy nos toca Siena

Han pasado muchos días desde la última vez que me pasé por aquí, pero es algo que voy dejando, voy dejando... y me planto en miércoles para contar lo que hice el sábado. Típico.

Empecemos por hablar un poco del viernes. Iba a ser una maravillosa tarde en la que vería la exposición de mi querida y adorada Audrey Heburn que se encontraba expuesta hasta el día 4 de diciembre en el Museo del Ara Pacis y, ya puestos, vería dicho Ara (aunque, por suerte, está rodeado por una cristalera lo que hace que sea bastante fácil disfrutar de las características principales de la obra). Pero llegó un problema: mi entrada no era gratuita. El mismo lunes me habían comunicado que con mostrar la matrícula de estudiante de Historia podía entrar sin pagar un céntimo pero resultó que la mujercilla que se encontraba tras la taquilla decidió que eso no era así. Así que, tal y como llegué, me dí la vuelta a recorrer la Vía del Corso para quitarme las penas y, lo que es más importante, visitar de nuevo la tienda Disney (soy una fanática).
La noche no fue mejor. Mi "querida"compañera de piso celebró su cumpleaños en casa haciendo caso omiso a las peticiones que la hacíamos de que bajasen el tono ya que nosotras nos teníamos que levantar pronto. Así que el sábado a las 6.30 de la mañana estaba en pie habiendo dormido, como mucho, cinco horas. Parecía que sólo por el sueño que llevábamos sobre nuestras espaldas el viaje no iba a ser tan maravilloso... pero nos equivocamos.

Después de hacer trasbordo en Chiusi, a las 12.00 de la mañana llegamos a la estación de Siena, lugar elegido para rodar la película de "Bajo el sol de la Toscana" aunque no tuvimos la suerte de ver la casa, nos quedaba un poco alejada.
Tomamos un autobús al centro de la ciudad, que se encuentra en lo alto de una colina. No tenáimso muy claro donde debíamos bajarnos, decidimos sobre la marcha y aceptamos.
Lo primero con lo que nos encontramos fue con una plaza donde se encontraba el edificio de Correos.
Nos encontrábamos en una encrucijada: ¿hacia dónde íbamos? Comenzamos a seguir los carteles que nos mostraban el camino hacia el Duomo, la catedral de la ciudad. Algo sorprendente es justamente las indicaciones que te dan en una ciudad tan pequeña para llegar a los lugares más turísticos; en Roma, como pudimos comprobar los primeros días que nos perdíamos jornada sí jornada también, apenas hay cuatro letreros que te dicen cómo ir a los monumentos de una ciudad tan grande como es la capital italiana. Pero a lo que íbamos: Siena.

En una alta colina nos vemos subiendo y bajando cuestas sin parar, encontrando mil edificios impresionantes a cada paso que damos y sin saber cual de todos ellos será el Duomo que perseguimos. Cuando creímos encontrarlo, otra flecha aparecía salvajemente para decirnos que teníamos que continuar recto. Y nosotras, como buenas turistas, le hicimos caso.

Aquí os dejo algunas de las fotos de los edificios que vimos nada más pisar le suelo del centro histórico de Siena: una pequeña iglesia; un hermoso palacio que, para nuestra desgracia, estaba cerrado cuando llegamos; más iglesias (había una en cada esquina y cada una con un encanto especial); la plaza del mercado que aquel día se encontraba llena de pequeños puestecitos navideños siendo testigo de ello otro magnífico palacio...
  Y, al fin, llegamos a la catedral. Impresionante y bellísima mirábamos el gran Duomo de Siena, con su grandeza y magnificencia posando para todos aquellos que nos poníamos frente a ella para dedicarla un "click" de nuestras cámaras fotográficas.  
Empezamos a deambular entre las calles y los edificios de piedra en busca de un lugar donde comer. Llegamos así a un pequeño parque que se encontraba aún más alto y cuyas vistas eran espectaculares.

El bocadillo que nos hicimos nos sentó genial para poder recargar pilas y continuar nuestro tour por la ciudad toscana. Volvimos a la plaza del mercado para llevar a cabo la disgregación en dos líneas: por un lado seguimos el camino hacia otra de las iglesias y le sinagoga hebrea. La iglesia era grande y se encontraba bastante lejos aunque su interior no era todo lo magnifica que nos esperábamos, al igual que la sinagoga: nos encontramos con  una pared en honor a cientos de judíos, todo esto después de haber dado mil vueltas en su busca ya que se encontraba bajando una de las tantas callejuelas de la ciudad.


Después de esto, nos tocó seguir otra de las señales: la fuente que habla y la Iglesia de Santa Caterina. A la primera llegamos con facilidad pero a la segunda fue un poco más complicado, tanto que nos conformamos con verla desde la distancia: mirar hacía el cielo y encontrarla vigilante y expectante ante los ojos de los curiosos.


Subimos hasta San Dominico, donde se encuentra la cabeza de Santa Caterina, después de observar las banderas de los distintos barrios de la ciudad y las tiendas que hay alrededor.
Siena ya no tenía mucho más que ver (que supiéramos o nos indicaran) así que dimos una última vuelta por la ciudad para despedirnos de ella como se merecía y decidimos bajar hasta la parada de tren andando. Allí hay un gran centro comercial: paseamos por sus tiendas (Aída incluso se compró un vestido) y tomamos un café para hacer tiempo hasta la hora que teníamos que coger nuestro transporte hasta Grosseto, donde debíamos hacer escala. Vimos también una pequeña orquesta que empezó tocando "Moon River", bien conocida por todos, y continuó con villancicos para animar las fiestas. Sin embargo, ya habíamos recorrido hasta el Pc City así que subimos al primer tren que nos llevara a Grosseto y así aprovechamos para hacer un poco de turismo por otra ciudad. Dos por el precio de una.
Grosseto tampoco es demasiado grande y, además, tampoco teníamos demasiado tiempo para recorrerla entera. Aunque en un principio parecía un poco solitaria, según nos íbamos acercando al centro comprobamos que tenía su encanto así como se notaba que era sábado y las entradas de los bares estaban llenas de gente bebiendo y riendo. Vimos la plaza central que estaba custodiada por estos dos edificios que os muestro a continuación

Retornamos a la estación de trenes a esperar a aquél que nos llevaría hasta Roma. Quince minutos de retraso. Bueno, ya, ¿qué más daba? Esperar un poco más no nos iba a matar y además la noche no era fría por lo que podíamos aguantar sin problemas la espera.

Y ya estábamos de nuevo en casa. Tocaba dormir y recuperar las horas de sueño que nos habían sido robadas la noche anterior. Tenía tantas cosas en mente que hacer el domingo que el descanso se agradeció así como se agradeció que Siena nos mostrase sus maravillas en tan sólo un día de visita.