domingo, 19 de agosto de 2012

Festivaleo 2012, segunda parte: Sonorama Ribera

Y aquí estoy de nuevo, con el final de mi etapa festivalera de este año (o verano, al menos). El Sonorama Ribera empezó con problemas: no teníamos tienda de campaña. Así que, dos días antes, mi adorable hermana busca y rebusca una tienda y una colchoneta para que mi espalda no vuelva a sufrir el doloroso odio que el suelo la tiene y pueda descansar, o al menos intentarlo, durante los tres días de festival que íbamos a vivir.

El trayecto en autobús no se hizo ni tan cansado como esperaba y eso que teníamos que hacer una parada en Burgos hasta llegar a Aranda de Duero, cargadas con todos los bártulos que iban a ser nuestras pequeñas casas de caracol. 
El calor era horrible, seco, y a cada paso que daba una gota de sudor se resbalaba por mi frente. Seguramente por eso, o por ser lo más vago del lugar, dos de nuestras compañeras se desviaron de nuestra ruta para tomar un taxi mientras las otras cuatro valientes soportábamos las altas temperaturas castellanas por descampados amarillos que parecían no  haber olido la lluvia desde hacía milenios hasta llegar al camping. Bueno, camping, parque habilitado como tal pero, sinceramente, muy bien hecho. 
Nos encontramos por llegar con cientos de tiendas hasta que encontramos un lugar perfecto para colocar las nuestras. Y nos damos cuenta que ninguna de nosotras ha traído un martillo de goma para clavar las clavijas en el suelo, o un hinchador para inflar lo que serían nuestros colchones. Pero sabemos elegir zona y nuestros vecinos estaban de lo más preparados. El último día, cuando ya nos marchábamos bien temprano, les dejábamos sobre su mesa (preparación al 100% esta gente) las cervezas que no habíamos bebido a modo de agradecimiento y con nota incluida.

Y llega el día. Como todos los jueves de festival, me dormía en cada esquina, abría la boca más de diez veces por segundo (si eso es posible) y contaba los segundos para volver a la tienda; como veis, poco que reseñar aquí.

El viernes empezamos el día bajando al pueblo ya que en la plaza comenzaban los conciertos gratuitos para todos los originarios del lugar y para aquellos que habíamos ocupado sus calles para pasar unos días. Comenzamos con Eladio y los seres queridos, y como no, con mucho calor; un hombre desde uno de los balcones de los edificios que formaban la plaza no dejaba de echarnos agua con una manguera. Y se agradeció. Muy mucho. Después continuamos a las dos de la tarde con Sidonie pero los dejamos a medias para ir a refrescarnos a la piscina, donde comimos y expulsamos un poco el calor hasta la llegada de la noche.
Y llegó el momento de conciertos de nuevo, que era para lo que habíamos venido. The Monomes abrían nuestra etapa oscura a las nueve y media de la noche. Un poco de Willy Naves para dar por el gusto a mis Claras y ya a preparar escenario para Love of Lesbian escuchando a Corizonas y más tarde, en la lejanía a We are Standard. Como la semana anterior, los "lesbianos" no defraudaron. Y volvimos a gritar, a saltar, a cantar... Mi voz ya fallaba en algunos agudos y aún me quedaba otra jornada para darlo todo. Pero da igual, como ya he dicho, a eso veníamos, a enloquecer durante tres días como si no hubiera mañana con el idioma universal como es la música, a sentir a la persona que tienes al lado que está gritando tanto o más que tú, que se emociona cuando cantan su canción favorita y como ella ve el modo en que te emocionas tú cuando cantan la tuya... Hermandad festivalera, digamos, siempre hay buen rollo entre cachis de cerveza y calimocho, colas en los baños o a la espera de comer un trozo de pizza. Y aquí os dejo parte de la magia con la que vivimos a Love of Lesbian http://www.fangazing.com/loveoflesbian/El_Sonorama_grita.html
Después de esto, Kakkmaddafakka, un grupo que no había oído en mi vida, nos hacía los coros mientras reponíamos fuerza llenando el buche para poder continuar la noche con los Dj's. Fiesta y más fiesta hasta las cinco, que teníamos que prepararnos para el día siguiente.

¿Y qué fue al día siguiente? Despertarnos e irnos directamente a darnos unos chapuzones en la piscina que además tocaba fiesta ese día. Estuvimos hasta que el sol decidió despedirse de nosotras, así que de nuevo a la tienda, una ducha (fría) para quitarnos el cloro, ponernos monas y ¡ala!, a continuar con el festivaleo que tanto nos gusta.
Comenzamos con The Dandy Warhols. El momento de mayor esplendor, como no, llegó cuando tocaron Bohemian like You, el más mítico de sus temas y que todo el mundo coreaba, aunque, como dos años atrás cuando tuve el placer de verlos por primera vez, cerraron el chiringuito con Get Off, otro tema mítico de la banda.
Finalizó el concierto y fuimos como posesas a tomar el lugar que nos correspondía: las vallas de primera fila. Mientras Fuel Fandango daban caña, nosotras esperábamos a Vetusta Morla. A los gritos de "el del bidón", los de Tres Cantos se presentan ante el público y nosotras encantadas de poder volver a verlos. Si aguantamos como campeonas el chaparrón que cayó en Santander para verlos y disfrutamos como enanas, podéis imaginaros como vibramos con ese concierto y, para colmo, al acabar, nos comunican que en las pantallas gigantes a los laterales del escenario sólo salíamos nosotras. Somos fan, que le vamos a hacer.

En ese momento, sin saber cómo, terminamos esparcidos por todo el recinto. Unos van a cenar, otros a ver  a El Columpio Asesino y yo a gritarle a los pipas que me regalen algo de los chicos de Madrid. Y me llevo dos setlist después de gritar y llorarle mucho a uno de ellos.

Sidonie vuelven a escena después del concierto dado en el pueblo el día antes. Es muy similar al que nos brindaron una semana atrás, sólo que esta vez dieron más de ellos mismos, incluso nos cantaron una canción de más, Nuestro baile del viernes, y versionaron la canción Kids de MGMT ¡en español! El mal sabor de boca que días antes habían conseguido dejarme, se deshizo en dulce miel después de ese concierto. ¡Esos eran los Sidonie que había visto por primera vez! Esto fue a las dos de la mañana así que podéis imaginar que hicimos: nos encontramos de nuevo y nos fuimos a terminar la noche entre bailoteo y bailoteo de más Dj's.

El domingo nos levantamos muy pronto. Sin haber casi dormido gracias a los gritos que algunas personas que decidieron montar su propia fiesta en el camping, recogimos todo como pudimos, a tacto, si nos descuidamos, ya que parecía que nuestro ojos no estaban muy por la labor de abrirse. A las diez y media ya estábamos de nuevo camino a Burgos con una parada de casi tres horas en cuanto llegásemos a la estación. Había que hacer tiempo. Nos dividimos en dos grupos: mientras unas cuidaban de los cacharros, otras que fueran a desayunar para que no se hiciera tan pesada la espera. Yo entre en el primer saco junto a Aida y Laura. Esta última es de Burgos así que nos contó alguna que otra cosa sobre su más impresionante monumento: la Catedral, recién restaurada (la han limpiado para que vuelva a tener el color de antaño o, al menos, que esté más cercano al original). Y tras esto y un pincho de tortilla con un refresco, fuimos a relevar a nuestras compañeras.
Cuando al fin subimos en el bus hacia Torrelavega lo primero que hice fue quedarme dormida. Necesitaba descansar. Mis padres me recogieron y, aunque intentaba contarles algo, me era imposible, la voz no me salía, no quería ni si quiera hacer un esfuerzo, estaba acurrucada, escondida en algún lugar de mi garganta, descansando de tanto grito hasta que estuviera lista para volver a ser la de siempre. Y eso mismo hice yo en cuanto llegue a casa, meterme en mi cama a ver si mi cuerpo volvía a funcionar con total normalidad.

Festivales de música. Unos piensan qué diversión encontramos los jóvenes en dormir en tiendas de campaña, ducharnos con agua fría, comer a bocadillos y rompernos la voz con una panda de grupos durante cuatro días. Otros, en cambio, lo ven como una maravillosa experiencia el compartir un mínimo espacio para descansar con X número de personas, el compartir los gritos de "¡Ay, que fría!", el compartir tu pan y tu queso preparando el bocadillo a tu amigo y el compartir, en una sola voz, una canción que las cientos de personas que estamos allí, dándonos calor, empujones, sonrisas de vez en cuando, hemos cantado solos miles de veces. Porque en esos días que estás ahí, que te olvidas un poco de todo lo que hay a tu alrededor, desconectas, hablas con desconocidos mientras esperas a pedir una cerveza, sabes que todos estáis ahí por una misma razón, un mismo sentimiento, el más bonito y precioso del mundo: el amor a la música.


No hay comentarios:

Publicar un comentario