viernes, 7 de octubre de 2011

Y van pasando los días...

Sólo tengo una cosa segura: una de mis asignaturas es Storia della Spagna, de las demás aún no sé nada. Y así se ha presentado la primera semana de clase, sin poder aparecer porque no tengo claro si estoy o no estoy matriculada. Lo mejor de todo es que esta vez no debo reñir a los italianos si no que es cosa de nuestro coordinador español que no nos hace caso. Al final en los países mediterráneos todos vamos a ser primos hermanos.
Esto viene a raíz que el jueves creo que debería haber ido a la Universidad a la presentación de Storia Romana pero por dos motivos me quedé en casa: tenía sueño por la noche anterior y quizás no debería estar allí. Ya el martes, que será la primera clase, iré esté o no, no me importa perder un par de horas de mi vida si, por algún casual, no me quieren en esa asignatura. 

El motivo por el que el jueves estaba agotada es la Toga's Party, ya os podéis imaginar cual era su temática: ir vestidos con toga, cual antiguo romano. Pero iremos al principio del día. Hasta las dos de la tarde una servidora no tenía nada que hacer así que me dediqué a limpiar un poco la habitación para después ir a rescatar a Aída de la Paleografía. Nuestro coordinador italiano nos había dado cita a las cuatro de la tarde, justo cuando saliamos de clase. Pues bien, a la una y cuarto estábamos comiendo en el McDonald's ya que era el lugar más cercano (y barato) a la Facultad. En un momento de lucidez entre patatas y hamburguesas recordé que me había olvidado el pen drive en casa. Ya era demasiado tarde, llegaría a saber a qué hora a clase. Los nervios educativos empezaban a hacerse visibles en mí. Salí corriendo para recoger todo lo que había abandonado entre papeles en la mesa de mi habitación. Aunque increíble, llegué a la clase, quince minutos tarde, después de dar vueltas buscando el aula y preguntando a todo bicho viviente que se me ponía a tiro. Por suerte, la profesora acababa de empezar a hablar y tampoco me perdí demasiado, además, puso una película rápidamente titulada "Los desastres de la guerra", española y en español, una maravilla para mí, no creo que lo fuera para los demás.

Tras la clase, nos encontramos con el coordinador que no tenía ni idea de que debía y que no debía hacer con nuestros papeles, y para colmo debemos cambiar de nuevo las asignaturas. Si el Karma existe, hemos debido ser las peores personas del mundo en otra vida.

Y llegó la noche. Quedamos para hacer litros en San Giovanni, cercano a la discoteca donde se llevaría a cabo la fiesta. Cogimos el metro hasta Termini para hacer transbordo pero la Linea A, la que lleva hasta el lugar donde debíamos encontrarnos con los demás, estaba cerrada. En busca de un autobús que nos llevara hasta el sitio indicado, dimos mil vueltas; cuando por fin parecía que habíamos acertado, veíamos que tardábamos demasiado en llegar ya que Lorenzo nos dijo que estaríamos allí en nada. Y fue ahí cuando llegó mi momento cumbre; un chico guapísimo subió al bus con su guitarra en la mano; algo hice o dije que Aída me contestó con un "eso es algo universal", "¡Qué más da! Lleva cascos, no me oye", respondí, ingenua de mí. Al segundo de decir eso y pensando que nos habíamos perdido por enésima vez en Roma, el muchacho se quita los cascos, nos mira y nos dice con un maravilloso acento argentino "¿Os puedo ayudar?". Tierra, trágame, o al menos haz que deje de meter la para cada dos por tres. Lo bueno fue que supimos que estábamos yendo en la dirección adecuada. 
Y llegamos a la Puerta de San Giovanni. Y ya estaban esperándonos, aunque no podían quejarse, tenían compañía. Conocimos a unas cuantas personas aunque con quien más mantuvimos conversación fue con una chica madrileña llamada Blanca que pasa los veranos en Santander. 

Ya entrada la noche, decidimos ir al Sky a disfrutar de la fiesta de los togados. No había demasiados, debo decir, y los que llevaban su toga debieron perderla al final de la noche; ir con una sábana por la calle no creo que sea lo más normal. 
Después de muchas risas, muchos bailes y alguna que otra foto, nos fuimos a casa. Esperar al autobús fue la tarea más ardua de mi vida. Por suerte encontramos a una chica con la que habíamos pasado nuestros últimos minutos en Marino y parecía que se acordaba de nosotras. No vive demasiado lejos de nosotras así que estuvimos acompañadas gran parte del camino a casa.
Llegamos a nuestra morada a las seis, para no variar. ¿Ahora entendéis mi cansancio matutino? Y a eso sumadle los gritos mañaneros de una de las compañeras de piso. En fin, Serafín. 

Después de que el casero me despertara a las diez para pagarle el mes de octubre, volví a la cama y hasta la una no me levanté. Teníamos ya la tarde libre, ¿qué podíamos hacer? ¡Turistear! Intentamos buscar la Bocca della Veritá pero terminamos decantándonos por lo fácil: Circo Massimo y Colosseo.
Pero, para no cambiar las costumbres, nos equivocamos de lugar para llegar al gran anfiteatro. ¿Dónde estábamos? No teníamos ni idea hasta que apreció algo que nos dio una clave: el nombre de la calle, Viale Teatro Marcello. Estaba bastante claro, así que aprovechamos a tomar unas cuantas fotos del lugar  antes de llegar al Palazzo di Vittorio Emmanuele y ya retornar a casa tras pasar por el Coliseo. 

La noche nos la tomamos con tranquilidad: vimos Up, volví a llorar en todas las escenas tiernas y decidimos volver a la cama para tomar el descanso necesario para que hoy por la mañan fuera un mejor día. 

Y así ha sido: conseguimos hacer la tarjeta de la mensa después de buscar porque zona de Ingeniería se encontraría, compramos el manual necesario para Storia della Spagan sobre el franquismo (¡mi primer libro en italiano!) y aprovechamos para comer ya en la mensa. 1.40€, eso es lo que nos hemos gastado en comer, con un plato lleno de pollo y patatas y un plátano. Comer así sí se puede.

Y ahora estamos aquí, después de hacer torrijas para la Eurodinner y esperando que tengamos otra buena noche. ¡Qué tengáis un buen viernes noche! 

No hay comentarios:

Publicar un comentario