domingo, 16 de octubre de 2011

Hmmm, chocolate...

Me gusta el chocolate, y me gusta mucho mucho. Si vuestro caso es este, no os podéis perder la Feria Internacional del Chocolate de Perugia. Con el nombre ya dan ganas de ir, ¿verdad? Comes chocolate y aprovechas para ver una ciudad tan bonita como ésta. Antigüedad medieval.
Lo peor de todo es el frío. ¡Oh, Dios mío, pensábamos que íbamos a convertirnos en cubitos de hielo! Pero hubo suerte, y aquí estamos aún.

El día comenzó muy pronto, a las 6.30 de la mañana estábamos en pie después de habernos acostado a las 4. Hay veces que hay que cometer locuras para darse cuenta que es un error y que jamás de los jamases se deben repetir. Me gusta demasiado dormir para volver a salir hasta esas horas intenpestivas.
Después de correr para no perder el tren, llegar medio muertas y sin aliento, nos esperaban tres horas por delante para echar una cabezadita pero fue algo complicado: había más gente que asientos y tuvimos que sentarnos en el suelo. This is Italia...
Al final llegamos. Mi compañera del curso de italiano, Cova, vino a recogernos ya que está allí de Erasmus. Nos enseñó la ciudad y los diferentes stans en los que pudimos robar algo de chocolate. Al fin y al cabo esa era la finalidad. Y descubrimos, como ya os he comentado, un bonito paraje.

Constantes escaleras y cuestas que todas van a dar a la plaza central donde unos edificios majestuosos te dan la bienvenida a la capital de Umbria. Miles de tiendas aparecían en nuestro camino pero mejor ni mirarlas, precios desorbitados. El mayor enemigo que nos encontramos fue el viente gélido que congelaba cada parte de nosotras: manos, orejas, nariz... Sin embargo, cuando al sol le apetecía aparecer soportábamos de buena gana las corrientes.

En cuanto al chocolate, que es el tema principal, decir que estaba lleno de gente comprando y probando (donde te dejaban). Chocolate con sabor a cappuccino, sabor a naranja, a fresa, a caramelo... Los famosos baci de Perugia, y el maravilloso osito de Lindt, realizado con toneladas de cacao. Hicimos cola para conseguir un regalo de esta famosa marca de chocolates y, aunque con pena no gané el premio grande que era un oso de chocolate, me dieron el premio de consolación: otro oso aunque en tamaño mini.
Hoy mismo me he comido la magdalena que compre, con azúcar y mucho mucho chocolate. Me dio pena comerla por lo bonita que era pero, hmmm, estaba tan buena...





Nuestra estancia no fue muy larga, decidimos cambiar el billete para regresar antes. En la estación, el revisor nos dijo que subiéramos sin problema al tren, y ahí comprendimos el motivo de la falta de asientos libres.

Cuando por fin llegamos a casa, después de un día en el que se había mezclado el sueño, la diversión, el frío, el chocolate y la belleza, decidimos ver una película e irnos directas a la cama a recuperar las horas que debíamos a Morfeo por ese viernes noche.
Y ahora estoy aquí, contándoos esto, a punto de irme a la cama a dormir un poco más y poder llegar a clase con ansias de escuchar la Historia de España desde el punto de vista italiano.

Espero que os hayan entrado ganas de ir a visitar esta feria y esta ciudad al leer esta breve entrada, y si no os ha despertado curiosidad, os diré, si me permitís, que vosotros os lo perdéis, creo que es algo que debería verse y, si uno no puede trasladarse hasta allí, escuchar, o en este caso, leer con atención.

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