martes, 4 de octubre de 2011

¡Fiestas!

He estado desaparecida, lo sé. Internet llegaba a todas las partes de la casa menos a mi ordenador pero ¡he vuelto!
Debo contar desde donde os deje así que supongo que sea una entrada un poquillo larga.
Bien, empecemos. El viernes fue el botellón. ¿Qué decir? No era lo que nos esperábamos, todo el mundo estaba en grupos y nadie miraba a nadie. Aída y yo esperábamos a Sara, Olaya y Lorenzo para ser, también, una cuadrilla. Al final llegaron y la gente comenzó a marcharse. Unos pocos españoles continuábamos en las escaleras de la estación de metro de Pirámide y decidimos juntarnos para continuar la fiesta en la zona de Garbatella. Llegamos a un bar en el que ponían música similar al Parada (cómo echo de menos sus marinos y sus "Valiente"...). Con vino a 4€ la botella, terminamos a las 5.30 en la parada de metro para regresar a casa. Pero antes de eso debo contar mi primera decepción italiana: chico alto, rubio, ojos claro, hablando anglosajón; decidida (tras vacilar, mis amigos ya saben como soy con el sexo opuesto) le pregunto si también es Erasmus (es la mejor excusa para poder entablar conversaciones) y me dice que no, que es italiano. Decepcionada miro a Aída: "no es british"; el chico intenta por todos los medios contentarme con un "pero me voy a estudiar a Londres". Esto no se hace, italianos...

El sábado continúo la fiesta. Esta vez la reunión estaba organizada por la SPQE. Tras otro botellón, esta vez cercano a las universidades, nos encaminamos al Irish Village, un pub donde continúa la jornada de celebración. Desde el bus de regreso a casa siempre veíamos ese lugar y siempre quisimos entrar y teníamos la oportunidad pero... no, no era una taberna irlandesa. Danza Kuduro y David Guetta retumban en nuestros oídos. ¿Fiesta Erasmus? Se supone. Está plagado de italianos y, entre la multitud, aparece un australiano. Luke se llama. Estamos con él riéndonos un rato y ¡hablando en inglés! Hay que aprovechar para practicar, ¿no?

Recogemos pronto, sobre las 4.00 estamos en casa. El domingo nos espera un día duro: el milagro del vino en Marino.
Empieza nuestra mala suerte: nuestros compañeros de fiestas anteriores nos ignoran y, para colmo, el bus en el que debíamos ir está lleno y tenemos que cambiarnos. En esa situación estaba María, una chica sevillana con la que, esperamos, entablemos una amistad. 
Ya en Marino, nos dan una pizza para comer y nos sueltan en la fuente principal. Explico: el milagro del vino corresponde con que, desde las fuentes, comienza a salir vino. 


Todo el mundo se queda esperando el evento pero son las 14.00 y la maravilla no comienza hasta las 17.30. Aída y yo decidimos hacer turismo. Nos encontramos con que Marino es un pequeño pueblo medieval, similar en algunos aspectos a Santillana del Mar. Subes y bajas cuestas hechas con cantos, observas edificios más que antiguos y ¡bebes vino italiano! Romanella, se llama, es dulce pero rico. El problema, como siempre, es el calor excesivo que hace que te canses más de la cuenta y no quieras moverte de las zonas donde haya sombra. 
Aún así, conseguimos ver el pueblo de arriba abajo, incluso disfrutamos de un desfile en el que los protagonistas llevaban vestidos maravillosos que podrían haber sido portados por cualquier noble del Medievo (he aquí un ejemplo de ello).

Volvimos a la fuente para ver el milagro del que todos hablaban. Tras empujones, pisotones e insultos varios, una manguera llena nuestros vasos, previamente entregados por la organización. El vino era malo, el milagro no era tan milagroso y los 400 españoles con los que viajábamos habían desaparecido.Y, para no variar, nos perdimos. Sí, en un pueblo del tamaño de Torrelavega nos perdimos. Uno de los de Protección Civil no nos indicaba el camino a la fuente principal porque allí no aparcaban los autobuses; incomprensible, lo sé. Así que llegamos hasta el cementerio a las 20.00, ya era de noche y a esa hora el autobús salía hacia Roma.  
Llamamos mil veces a nuestros coordinadores y no cogían el teléfono. Me ponía más nerviosa por momentos. Un amable señor nos indica cómo llegar la tren si, por desgracia, nos dejan tiradas. Pero al final vemos la luz al final del túnel: nos cogen el teléfono y vamos hasta donde se encuentran todos nuestros compañeros para que, dos minutos después, estemos de nuevo en el lugar desde donde habíamos llamado. Cosas que sólo nos pasan a nosotras.
Ya no sabemos que hacer ante nuestra mala suerte, sólo nos queda reírnos. Y así, entre risa y risa, con la voz ronca y hablando sobre nuestra non grata fortuna, unos chicos se nos acercan preguntando qué es lo que nos ha pasado. Después de la larga caminata con ellos, descubrimos que viven cerca nuestro. Vecinos... ¿nuestra suerte estaba empezando a cambiar?

El lunes amaneció soleado y caluroso, ¡cómo si no! Voy a buscar a Aída a la Universidad que era su primera clase. No sale muy contenta pero habíamos decidido ser positivas. Vamos a comer al McDonald's, tenemos que ir a la Oficina de Relaciones Internacionales y es lo más cercano que nos queda. Y es ahí donde descubrimos que todo tiene que ir a mejor. ¡El Happy Meal me regala a Pitufina! Claramente, eso es una buena señal. Y en la ORI así nos lo confirman: conseguimos hacer todos los papeles. Oficialmente ya soy estudiante de la Università degli Studi Roma Tre. Suena bien, ¿no creéis? Ahora sólo falta el último paso: reunirnos con nuestro coordinador para que nos den por convalidadas todas las asignaturas. Pero eso será mañana.
Por la tarde del lunes, aparecemos en Storia della Spagna. La profesora habla despacio y parece que se la entiende, además el tema que trata es algo que ya está más que "trallado" en España y tenemos apuntes de otros años. Conocemos a un chico de Toledo en nuestra misma clase, Dani. Vamos encontrando poco a poco nuestro lugar. 
Al salir de clase decidimos hacer turismo, que ya nos toca después de tantos quebraderos de cabeza.  Conseguimos llegar a la Fontana di Trevi. El problema de Roma es que apenas hay carteles indicativos y buscar un lugar concreto es bastante complicado, hay que investigar entre callejuelas o seguir a los guiris, ese es el gran secreto.
Nos llega un sms de Olaya, que salgamos a tomar una cerveza. Estamos cansadas pero ¡estamos de Erasmus! Hay que aceptar todas las proposiciones (o casi todas, no vayamos a pensar mal). Después de cenar llegamos a Piazza Bologna, nuestro ya mítico lugar de reunión. Aguantamos hasta las 23.40 para coger el metro pero resulta que cierra a las 23.30. ¡Por diez minutos no llegamos! Vuelta a esperar al autobús, y cuando llegamos a casa, directas a la cama.
Hoy era la reunión de bienvenida de los Erasmus con la Welcome Week. No ha sido nada del otro mundo, es más, incluso ha sido aburrido, pero son cosas a las que hay que ir. Por la tarde tocó clase de Storia della Spagna de nuevo. Debo admitir que hoy me enteré de menos, será que estaba cansada. Y de nuevo turisteo. Villa Borghese era nuestro destino pero de esto no hay fotos, la cámara no tenía batería, raro en mí, que siempre la llevo en el bolso por si veo algo interesante o curioso, que ya me pasó con el Dos Caballos de colores :)


¡Ah! Ya tengo móvil italiano y diré que mi fondo de pantalla es un cartel gigantesco que hay en el metro de Jared Leto para Hugo Boss (este dato será interesante para Laura y Ana, y va por ellas).

Seguramente me olvidaré de mil cosas, han sido demasiados días sin escribir por culpa del internet, como ya os he comentado al principio, y me acordaré de mil cosas en un rato seguro, pero espero que esta crónica os sirva para compartir un poquito más mi día a día, y que, aunque esté lejos, me sintáis a vuestro lado, como si estuviera viendo la televisión en el sofá, comiendo pescado los sábados, escuchando como quieres otros zapatos, guardando secretos sin que mi hermana se entere, recordando festivales, cantando a Supersubmarina o haciendo barbacoas. Prometo que de nuevo haremos todas esas cosas.



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