lunes, 5 de marzo de 2012

Il Ritorno

¿Cuánto ha pasado ya desde mi última actualización? Mucho, ¿verdad? Pues vuelvo después de esta larga espera en que se han juntado los exámenes y la pereza, y no me han permitido acceder a este blog. Han pasado varias cosas desde la última vez que escribí, lo más triste han sido las despedidas de todas aquellas personas a las que puedo llamar, con orgullo, amigos. Pero no nos pongamos tristes y vayamos al lío. Voy a dividir en tres partes estos meses de vacío:
1. Descubrimiento del Gianicolo
2. Viaje a Nápoles, Capri y Pompeya
3. Una nueva visita
Hoy es el turno del primer punto así que ¡allá vamos!

El Gianicolo es una de las colinas de Roma. Su nombre proviene del dios Jano, señor de los principios y los finales, quien con sus dos caras miraba a lo que actualmente es la ciudad de Roma y la ciudad del Vaticano.
Tras hablar con mi profesora de Historia Medieval y arreglar algunos problemillas que se me presentaron por no enterarme de la misa a la media, quedo con Ari y María para descubrir este lugar que, cuanto menos, es impresionante.
Llegamos a Trastévere; parecía que el sol nos estaba dando una tregua para que disfrutásemos del paisaje que se iba a presentar frente a nosotras en muy poco tiempo. Tras tomar un autobús tan pequeño que parecíamos sardinas en lata (y eso que sólo estábamos nosotras subidas en él), llegamos al lugar esperado. La estatua en honor a Garibaldi, uno de los personajes clave en la unificación italiana, nos da la bienvenida sobre su caballo, así como nos acompañan a lo largo de todo el paseo otros miembros importantes en dicho momento histórico (la mayoría militares, pensamos). Después de saludar a tal ilustre personalidad, nos preparamos para aprovecharnos de aquello que Roma nos deja ver y que yo os muestro a continuación...


Después de esto, ¿qué más podíamos pedir? Pues bien, la ciudad eterna, aún con su tráfico loco y algunos de sus habitantes un poco tontitos, no deja de sorprender, y mientras bajamos despacio para poder deleitarnos de cada vista que decide hacerse presente ante nuestros ojos, encontramos una nueva estatua, ésta en homenaje a la mujer del ya nombrado Garibaldi, Anita, cuya placa del gobierno de Brasil bajo su tumba deja claro que es una heroína no sólo para los italianos sino también para su propio país.
Y continuamos la visita. Más y más bustos de más y más militares revolucionarios, hasta que llegamos al límite con el Vaticano.

El sol sigue brillando, no con tanta fuerza, pero aún le queda algo que decir. La bienvenida a la ciudad del Pontífice es tan maravillosa como siempre: la basilica, la cúpula, las columnas... Es un privilegia poder decir que puedo ir allí cuando me plazca.

Ya que estábamos decidimos entrar y admirar la gran obra del gran artista Bernini: el baldaquino; y por qué no, también hacer un nuevo hallazgo: momificación de papas, uno de ellos Juan XXIII.
A la salida, nuestro amigo el astro rey que tanto nos había acompañado durante esta tarde nos dijo "no puedo más", pero nos dejó unas vistas tan maravillosas como estas.
¿Qué podíamos hacer ahora después de este día? Rematarlo del mejor modo posible: con un tiramisú, pero no uno cualquiera, si no con el mejor, el que se prepara en la Pompi (Fer jamás llegará a saber cuanto le agradezco que me haya llevado a un sitio como este :P). Aida y Ángela se apuntan al plan, nos encontramos en la parada de metro y vamos a terminar la tarde entre comentarios, risas, cotilleos y, bueno, ya sabéis, cosas de chicas ;)

Mañana volveré para mostraros un poquito más de Italia: Nápoles, Capri y Pompeya. Espero que lo disfrutéis porque a mí me alegra haber vuelto para poder contároslo.

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