"Yo creo en el color rosa. Yo creo que la risa es el mejor quemador de calorías. Yo creo en besar, besar un montón. Creo en ser fuerte cuando todo parece ir mal. Yo creo que las niñas más felices son las chicas más guapas. Creo que mañana será otro día y creo en los milagros."
Querida Audrey,
Seguro que entre ayer y hoy estarás cansada de tantas cosas bonitas que
te dirán por todos lados, pero, sinceramente, yo no quería ser menos. Siempre
me has tenido enamorada, sí, así, con esas palabras, enamorada; no sé si era tu
sonrisa o la forma en que interpretabas, quizás tu dulzura para cualquier papel
o tu delicadeza a la hora de caminar que más parecía que volabas. La cuestión
es que ya han pasado 20 años desde que dejaste el mundo terrenal para irte con
los ángeles, porque estoy segura que allí estás, tantas buenas acciones a lo
largo de tu vida no han podido quedar en el olvido por allí arriba. Nos
abandonaste en 1993, yo tenía poco más de un año de vida, pero una década
después, cuando comencé a conocer tu filmografía, me parecía que seguías aquí.
Desayuno
con diamantes ya es un clásico y, como clásico, fue la primera película de ti
que vi. Recuerdo al pobre Gato, como lo abandonaste bajo la lluvia, pero hasta
Holly tenía un corazón que no le cabía en el pecho y fue a por él (¿o a por
George Peppard? Fuera por quien fuese, no te culpo, el señor Hannibal estaba
muy guapo en sus años mozos); supongo que sabrías que a Truman Capote no le
hizo gracia que tú fueras su personaje, pero creo que está más que claro que se
equivocó, que Blake Edwards jamás podría haber encontrado a una Holly como tú.
De la
película que jamás me podré olvidar es Vacaciones en Roma. La vi poco antes de
mi primer viaje a la Città Eterna, la Bocca della Verità se convirtió en un
santuario y, tres años después, me encontraba viviendo en la capital italiana.
¿Te cuento un secreto? Mis paseos hasta la Boca de la Verdad se convirtieron en
algo cotidiano, yo también quería encontrar un Gregory Peck y, aunque no
apareció tal cual, tampoco me quejo; ¿qué nos habrá dado Roma que nos lleva
hasta grandes amores? Allí también te quieren mucho, recuerdan Vacaciones en
Roma en cada esquina y hasta te hicieron una exposición el año pasado.
Me
hiciste sufrir mucho en Sola en la oscuridad, también he de decirte, eso de que
no pudieras ver y tuvieras que acabar con un malhechor que entra en tu casa
hizo mi corazón se pusiera a mil por hora. Pero era tan fácil como ponerme a
ver Una cara con ángel para que se me pasara. “Enfaticalismo” decías… ¡Y al
final terminaste con Fred Astaire del brazo!
También
quiero decirte que me pareció maravilloso como perseguías a Cary Grant en
Charada, ¿o él te perseguía a ti? No importa, por suerte al final él era el
bueno, aunque dio tantos nombres a lo largo de las dos horas de metraje que no
sé si merecía tanto cariño como le brindaste.
Y
quizás esto no debería decirlo pero… ¿no eras ya una “muñequita” cuando rodaste
My Fair Lady? Me gustó, claro, pero hasta de pordiosera vendedora de flores
tenías en la mirada un no-sé-qué que ya te veía elegante, sofisticada, tan tú.
Y,
bueno, no me olvido de Sabrina. William Holden y tú os comíais la
pantalla, sobre todo en esa escena en la que él te lleva en coche e intenta
adivinar quién eres. Del señor Bogart… no te enfades pero prefiero a Harrison
Ford en la versión que años después hicieron; es Indiana Jones, es un plus
demasiado grande para mí.
Y hay tantas y tantas y tantas otras películas pero quiero
acabar con una que la tengo especial cariño… Robin y Marian. Soy una obsesa de
las historias de Robin Hood, de cómo roba a los ricos para dárselo a los pobres,
así que Marian es un personaje al que adoro aunque sólo sea por ser el amor del
señor de los bosques. El final me dio mucha pena pero, quizás, era el adecuado:
siempre juntos, a lo Romeo y Julieta…
Antes de despedirme, querida Audrey, no quiero olvidar
decirte que tu labor humanitaria con Unicef hizo que muchos niños volvieran a
sonreír, que todo el mundo, 20 años después de tu partida, aún se acuerda de
ti, y no sólo por gran actriz, sino por todo ese tiempo que dedicaste a hacer
un poco mejor el mundo, que dedicaste en hacer un poco más feliz a todos,
dentro o fuera de la pantalla. Porque no habrá nadie como tú jamás.
Este es mi pequeño homenaje para aquella que, como muy bien
leí hace poco, “democratizó el glamour”. Para aquella que mostró que, a veces,
menos es más, porque sólo necesitaba su sonrisa para iluminar el mundo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario